slowU es el nombre para una propuesta de transformación profunda de la Universidad. Usamos la expresión slow para sumarnos a los muchos movimientos que quieren convertir la lentitud en el motor y la esperanza hacia un mundo mejor. Motor porque paradójicamente necesitamos enlentecer muchos procesos en curso para saber cuál es el mundo que queremos legar a nuestros hijos. Ralentizar es una forma de repolitizar la vida ordinaria tomándonos en serio los muchos signos de crisis que vemos por todas partes. La lentitud será motor del siglo XXI y también la esperanza que necesitamos. Estamos cansados de todas las expectativas que retrasan hasta mañana lo por venir. El futuro es algo muy cansino. Esperanzarse es mostrarse capaz de anticipar lo por venir y comenzar desde ya a transformar nuestras condiciones actuales de vida. Crear expectativas es vender humo. Darnos esperanza es construir desde ahora lo por venir. La esperanza es performativa. La esperanza vive del presente, mientras que la expectativa nunca habita la realidad.
Escribimos estas páginas como parte de un encargo amical y profesional. Amical porque sin el sello del amor es difícil lanzarse a una empresa donde proliferan los escépticos, los desconfiados, los deprimidos y los ensimismados. La Universidad es una forma de organización del saber antigua y que hay que respetar y repensar. Para bien y para mal no estamos hablando de una institución reciente, ni tampoco de una organización que no haya tenido que superar enemigos tan poderosos como interesados. Y lo cierto es que hay mucha gente en su interior que preferiría cambiar el mundo antes que su departamento. Si no fuera porque la confianza es capaz de poner(nos) alas nadie se atrevería a volar. Aceptar este encargo entonces es un privilegio y un desafío. Y por eso también queremos convertirlo en un reto más profesional; es decir, atenido a la realidad y comprometido con las demandas existentes, además de sensible a los contextos en los que nos movemos y respetuoso con lo que hay. Nuestra manera de tomarnos en serio el encargo es transformarlo en una batería de sugerencias cuya aplicación es posible desde el primer momento, ya sea que nos fijemos en la preparación de los profesores existentes, ya sea que consideremos el signo de los cambios recientes introducidos por sus administradores. Nuestra propuesta es seria porque además de es razonable es practicable. No es fruto de la improvisación y tampoco reclama inversiones improbables o cambios inviables.
slowU es la mejor manera de que las Universidades sean inteligentes y, en vez de ir al reflujo de los cambios que están imponiendo las grandes corporaciones, crear una forma de organización del conocimiento que de valor al entorno local, al trabajo colaborativo, que anteponga la vida buena, que sea capaz de aprender sin necesidad de aislarse y que convierta a sus miembros en una comunidad más libre, justa y sostenible.
1 Filosofía de la reforma
Las Universidades, como otras muchas instituciones claves de la modernidad, están en una situación crítica. Son muchas las causas que convergen y, a nuestro juicio, pueden ser reducidas a dos principales: una, tiene que ver con el vertiginoso proceso de conversión de todo el conocimiento en información. Una deriva que viene impuesta por las leyes del mercado y su implacable exigencia de transformar cualquier actividad humana en un activo susceptible de ser comprado y vendido. No es extraño que proliferen los espacios de educación a distancia, donde la figura de profesor tiende a ser reducida a su mínima expresión. Para muchos no es una exageración plantearse si de verdad son necesarias las universidades (presenciales) una vez que todos tengamos una tablet. La pregunta se hace tanto más pertinente si aceptamos que cuando todo el conocimiento sea información bastará con dar acceso universal, gratuito y on-line para garantizar el pleno desarrollo cultural humano. Esta deriva asume implícitamente varias hipótesis discutibles, como lo son aceptar que el aprendizaje es un proceso individual, cerebral, informacional y, como diría Freire, bancario; es decir, que basta con que los individuos tengan voluntad de acumular contenidos para asegurarles su pleno desarrollo como ciudadanos.
Los cuatro pilares sobre los que construir la reforma serán el desarrollo del espíritu crítico, el despliegue de las habilidades poéticas, el énfasis en los problemas crónicos y la cultura de lo impropio.
1.1 Lo crítico y lo poético
Obviamente no estamos de acuerdo con esta tesis y aspiramos a refundar la Universidad pero construida sobre nuevos valores, formatos y prácticas. Lo más urgente es rescatar el espíritu crítico o, en otras palabras, la capacidad para construir buenas preguntas; es decir, para aceptar la responsabilidad por los efectos de nuestras producciones y, aprendiendo de los errores propios y ajenos, buscar soluciones que sean más inclusivas, más sostenibles y más situadas. Con frecuencia queremos unos estudiantes que no cuestionen el orden establecido y que se relacionen con los conflictos que vivimos como si se tratara de problemas que espera ser solucionados. El asunto es que con frecuencia las soluciones lo son para problemas que en realidad no tenemos o para preguntas insuficientemente contrastadas. La retórica de la innovación nunca habla de las graves asimetrías que a veces provocan las nuevas tecnologías, como tampoco de esa mayoría de emprendedores que nunca lograron tener éxito. Así las cosas, ser innovador es la nueva forma de ser obediente y quizás pobre. Visto como un gesto servil a la cultura dominante, innovador es el nombre que damos a las nuevas formas de precarización del trabajo. El mundo global está altamente polarizado hacia algunos centros del saber y del poder. Los hechos demuestran que son muy pocos los “silicon valley” que caben en el mundo y que la mayor parte de los países sobrevivirán en un mundo con escasez de empleo si no logran inventar un modelo de desarrollo alternativo.
Pero fomentar el espíritu crítico no es suficiente. También se necesita desplegar todas nuestras habilidades creativas. Y no solamente estamos hablando de capacidades técnicas o retóricas, sino las que genéricamente llamamos poéticas. Queremos unos jóvenes que arriesguen hipótesis, conexiones, relaciones o ensoñaciones que la razón no autoriza, pero que la inteligencia emocional reclama. Queremos gente capaz de figurar mundos probables y susceptibles de ser contrastados de forma colectiva. Queremos que las humanidades-ficción (esas humanidades que a modo de experimento nacen de una suspensión parcial o temporal del pensamiento lógico) no sean relegadas al mundo del entertaiment, sino que sean parte de una formación adquirida. Las Humanidades a veces se han querido parecer demasiado a otros saberes estrictamente formalizados como la óptica o la botánica, en la creencia de que comprenderían mejor sus objetos de estudio si estaban codificados con rigor. Este no es lugar para someter a discusión ciertas formas de entender la sociología, la lingüística o la psicología. No queremos cuestionar la deriva cuantitativa, sino reclamar la tradición de los estudios cualitativos; es decir, esa capacidad hoy amenazada y quizás relegada al ámbito de lo privado para entender la importancia de los detalles, los matices, las diferencias, lo local, lo excepcional, lo inaudito, lo inefable y lo invisible. Queremos reivindicar las gestualidades, coreografías y relatos que ensamblan la vida colectiva y que nuestros sistemas de control o monitoreo social, técnico o disciplinar jamás detectan. Y para garantizar este objetivo nos atrevemos a proponer una diferente consideración del papel e importancia de la educación general o, en otras palabras, del tronco educativo común que imparten todas las carreras en el TEC.
La educación general estará orientada al fomento y despliegue de las habilidades críticas y para lograrlo confiamos en el enorme potencial de unos talleres de escritura, de formatos y de desorganización (talleres FED). La elección de estos nombres se explica pronto. La escritura es el primer y más importante sistema experimental al que nos enfrentamos en la educación sin que hayamos tenido la preparación adecuada. Con frecuencia hacemos un uso meramente instrumental de la escritura, dando por hecho que basta con tener las ideas claras para escribir bien. Y no es verdad. Dedicamos muchas horas a reuniones donde se construyen estrategias compartidas de acción que luego deben ser puestas por escrito. La escritura es el paso necesario para dar forma a las ideas. A partir de un texto las discusiones dejan de ser abstractas y ambiguas, para comenzar a propiciar un intercambio de criterios, responsabilidades y estrategias de acción conjunta. La escritura permite separar las ideas de sus autores. Los actores humanos y no humanos que un texto moviliza adquieren vida propia y reclaman atenciones (tiempo, trabajo, recursos, infraestructuras, financiación,…) que alguien debe proporcionar. Escribir entonces no es fácil. Escribir es diseñar una espacio de posibilidades que sólo comprendemos cabalmente cuando lo “amueblamos” y lo llenamos de vida. Si escribir fuera como pintar, uno sólo conoce la escala, el colorido, la luz, la distancia relativa, los actores presentes y la atmósfera del “cuadro” cuando decide darle punto final. Escribir es aceptar el reto de experimentar con palabras dándole a cada una el peso que reclama y que nosotros aceptamos otorgar. Si escribir fuera una trabajo artesanal aceptaríamos que el resultado siempre es incierto, imperfecto, contingente y, sin embargo, comprometido, situado y responsable. Ser un buen artesano es la forma más fácil de ser un buen ciudadano. Todo el mundo habla bien cuando deja que las palabras broten de su propia experiencia y busquen proteger la trama relacional que nos conecta a unos con otros y con (nuestras) cosas. Pero escribir bien es otra cosa. Escribir es hacer algo con las manos, implica dar forma a lo vivido y aceptar la existencia de un afuera donde algún desconocido quizás use distintas palabras o las interconecte de otra manera. Quien escribe está construyendo el mundo que habitamos nosotros y sus lectores. Y hacer un hogar inclusivo, compartido, saludable, abierto,… no es fácil. Al contrario, es difícil y por eso hace falta entrenarse. Por eso pensamos que nada es más creativo, experimental y crítico que atreverse a tomar el lápiz y comenzar a “dibujar” el mundo.
El taller de escritura será complementado por otros dos talleres: uno de formatos y, el otro, de desorganización. Aprender formatos no sólo sirve para entender que todos tienen sus propias características, limitaciones y potencialidades. No es lo mismo diseñar una performance en la calle que una escena para el plató en un teatro, como tampoco es igual pensar un fanzine que planear un magazine televisivo. Las cosas que se pueden hacer con graffiti tienen poco que ver con las que se podrían lograr mediante un manifiesto, una exposición o un reportaje. Dar una lección en una aula reclama unas cualidades muy distintas a las que se necesitan para organizar un meeting, un conversatorio o un barcamp. La idea es que confrontemos a la comunidad universitaria con la tarea de codificar lo que sabe en distintos formatos para que entienda que el mundo es editable, que cada editor privilegia unos factores antes que otros y que, en definitiva, no todos los cocineros hacen el guiso de la misma manera. Entender la acción (u omisión) que produjo un matiz de sabor, color o textura es otra forma de entrenar el amor a los matices y, en consecuencia, de fomentar la capacidad de contrastar, ensayar y mezclar. Y obviamente quien es capaz de percibir diferencias también lo será para producirlas. Del mismo modo, los talleres de desorganización intentan animar en la comunidad universitaria una capacidad para percibir el impacto invisible que tienen los formatos sobre nuestra vida cotidiana. Experimentar con formatos es una forma de ingeniería que nos enseña a producir cosas o efectos nuevos. Desorganizar nuestro mundo es una invitación a promover la ingeniería inversa, es decir la capacidad para practicar la acupuntura social y con pequeñas intervenciones provocar cambios significativos. Las cosas son como son porque nosotros hemos encadenado un sin fin de pequeñas decisiones que a la larga han acabado por aparentar ser necesarias o imprescindibles. Quizás lo fueron en su origen, quizás entonces no teníamos otras alternativas o quizás nos las impuso quien tenía poder para lograrlo. Hoy, sin embargo, podrían ser de otra manera. La lucha de las feministas por introducir el femenino en nuestra manera ordinaria de hablar o de los gay para sortear las muchas expresiones homófobas que se cuelan en el lenguaje son buenos ejemplos. Pero hay miles o, mejor dicho, todo nuestro mundo está sostenido por relatos, dispositivos o códigos que los aprendemos como necesarios siendo contingentes. Hay mucho que desaprender en la Universidad.
1.2 Lo agudo y lo impropio
Los otros dos pilares principales en los que se apoya nuestra propuesta son el énfasis en los problemas crónicos y la apuesta por lo impropio. Nuestro mundo ha demostrado ser muy eficiente en el tratamiento de los problemas agudos. En general podría decirse que cuanto más críticos son los síntomas, más apropiados también los procedimientos de diagnóstico y tratamiento. Sin embargo, se queda paralizado cuando los conflictos que enfrentamos son de naturaleza crónica o, en otras palabras, cuando su desarrollo es lento o muy lento. Ahí nos comportamos como si no tuvieran importancia, y actuamos como si el tiempo lo fuera a arreglar todo. Pero no es vedad. Lo sabemos y, sin embargo, hacemos poco para corregirlo. La degradación de la biodiversidad, el desplome del clima, el incremento de la desigualdad, el drama de las grandes migraciones, la expansión de la diabetes,… y un largo etcétera que no vamos ahorrar dan cuenta e lo que decimos. Es cierto que los problemas crónicos son más complejos. Con frecuencia no son reducibles a un número reducido de variables y, en consecuencia, son de naturaleza indisciplinar: no se dejan domesticar con facilidad. Reclaman el concurso simultáneo de muchas miradas, distintos protocolos, varias tradiciones, diferentes niveles de implicación y con seguridad la participación de más actores, entre los cuales es imprescindible citar a los afectados. Nuestra propuesta quiere crear un espacio de encuentro para lo transdisciplinar, lo interdisciplinar y los indisciplinar. Le hemos llamado Laboratorio de prototipado y vamos a describirlo unas líneas más abajo. Pero aquí ya podemos anunciar que cada prototipo, al menos idealmente, podría ser desarrollado por gentes que vengan de mundos muy distintos y procedentes de las distintas escuelas del TEC. Y son muchos los problemas que tenemos que merecen este tipo de aproximación. Citamos unos cuantos con la intención de que quede algo más clara nuestra propuesta. Pensamos, por ejemplo, en los trastornos graves de conducta, el avance de la obesidad, el despliegue de las energías renovables, la lucha contra la violencia, la movilidad en nuestras ciudades o el deterioro de la calidad del aire. No cabe duda de que en todos estos asuntos cabe imaginar el concurso resonante y fecundo de médicos, ingenieros, humanistas y emprendedores. Y para hacerlo no hay recetas. Se requiere mucha imaginación. Basta con poner a prueba nuestra creatividad para diseñar un objeto que pueda ser contemplado por todos y que esté equidistante a la ignorancia individual de cada uno de los participantes, para así evitar que nadie tenga ventaja y se lo pueda apropiar.
Durante la estancia en la Universidad y también mientras los estudiantes y demás miembros de la comunidad están prototipando, lo hacen como parte de un proceso de aprendizaje. Nadie está pensando en la posibilidad de convertir los prototipos en propiedad intelectual sobre la que montar negocios. Esta preocupación, especialmente cuando es exigida, supone una limitación muy grande a la creatividad de los participantes. Nada es más apropiado que dejarles explorar las posibilidades de los postfuncional, lo figurativo o lo impredecible. No tenemos un discurso contrario a la actividad empresarial, sino favorable al aprendizaje colaborativo y esto nos obliga a defender la condición abierta de todo el conocimiento que se produzca en los salones. Lo abierto puede incluso ser más rentable pues mejora e aprendizaje, puede mejorar la viabilidad de un negocio e incrementar su impacto social. Por tanto, la Universidad tiene que hacer una reflexión muy seria sobre esta condición. De partida nuestra propuesta consiste en aceptar que todo el conocimiento sea abierto salvo cuando sea utilizado por un tercero con fines comerciales. Para garantizar la viabilidad de esta propuesta proponemos las siguientes medidas: uno, que la Universidad sea propietaria por defecto de un porcentaje del conocimiento producido con la única finalidad de garantizar que su libre flujo no lo puede impedir nadie; dos, proponemos que todos los miembros del equipo que participe en el prototipado sean socios y en consecuencia corresponsables de cuanto se derive del trabajo en común; tres, creemos que como punto de partida deben emplearse las licencias de la familia copy-fair; y, cuatro, que se proteja la posibilidad del forking como un instrumento que asegura que todos los proyectos estén abiertos todas sus posibilidades.
2 Arquitectura de la propuesta
Las Humanidades, como el resto de las carreras en el TEC, se conforman agregando a las asignaturas de la carrera un tronco común o general de conocimientos. Cada semestre termina con un laboratorio de prototipado que sigue el modelo ya desarrollado en OpenLabs.
En definitiva, la vida de los estudiantes estará hecha con tres ingredientes básicos:
uno, los talleres de formatos, escritura y desorganización: el llamado tronco común.
Dos, las asignaturas específicas para cada carrera.
Y, tres, la participación en procesos colaborativos, abiertos e indisciplinares de prototipado.
En los talleres FED se intentará que los estudiantes aprendan a dar forma a las ideas, ya sea mediante la escritura, o mediante el aprendizaje de lo necesario para producir un vídeo, una podcast, una performance o un fanzine. En estos talleres aprenderán la naturaleza contingente y construida que tiene el conocimiento, lo que es tanto como decir que hay muchas formas de maquetar los proyectos y que, en consecuencia, hay más de un relato posible.
2.1 Talleres FED: formatos, escritura y desorganización
El tronco común se desarrollará en varios talleres cuya finalidad será desarrollar el espíritu crítico y poético de los asistentes mientras se utilizan distintas técnicas de producción de prácticas comunicativas.
La parte 1 de inmersión comienza con una lección del profesor sobre algún tema acordado previamente en el departamento y seleccionado en función de las competencias de sus miembros. No hay restricciones temáticas, cronológicas o disciplinares: podría ser ”la cultura del barroco “, “la violencia de género” o “la política fiscal mexicana”. Cada profesor tiene sus competencias y todas serán respetadas e incorporadas en el diseño de los contenidos de las distintas sesiones. Nuestra estrategia no sólo respeta la libertad de cátedra, sino que también huye de los excesos de la planificación, reconoce en la diversidad un activo de la Escuela y aprovecha al máximo los recursos y saberes que cada profesor atesora. La función del profesor es mostrar que el tema que se trata es de nuestra total incumbencia, ya sea por sus resonancias políticas o poéticas, ya sea por sus connotaciones socioculturales. La primera sesión termina tras la presentación de las lecturas (1 obligatoria y otras 2 a elegir entre las 10 opcionales que el profesor introduce). La segunda sesión concluye cuando hemos logrado identificarnos con un repertorio conceptual apropiado. La tercera se cierra cuando disponemos de una estrategia clara de escritura. La cuarta se acaba cuando cada texto incorpora los comentarios, propuestas y aclaraciones que mejoran la claridad, robustez y apertura del escrito.
Los otros dos laboratorios de formatos y desorganización funcionan con el mismo esquema, pues también necesitan una sesión de inmersión y edición. Documentar, por otra parte, no sólo significa buscar las voces de otros u otras que respaldan nuestros asertos, sino también encontrar maestros que imitar o que contestar. Editar también es una tarea que puede entenderse como un ejercicio colectivo que se hace tanto más necesario cuanto más plural es el mundo que habitamos y con el que queremos interactuar. Editar entonces implica escuchar la diferencia y aceptar que siempre hay otros mundos posibles.
2.2. Laboratorio de prototipado
Nuestra propuesta confía mucho en el prototipado como una manera de enfrentar a los estudiantes y profesores a la tarea de trabajar en equipo y construir juntos objetos o servicios que satisfagan alguna demanda real. Queremos que los asistentes al laboratorio de prototipado practiquen la cultura del do-it-with-others (DIWO) y que, en consecuencia, acaben disfrutando de las prácticas bricoleurs, los valores del artesano y la promesa amateur. El laboratorio de prototipado es un espacio abierto de producción en equipo donde una docena de personas procedentes de culturas muy distintas acuerdan darle forma material a una idea. El trabajo que se realiza tiene varias características singulares. La primera es que el equipo se configura mediante una doble convocatoria. Primero se selecciona el proyecto y luego, mediante nueva convocatoria, se identifica a los colaboradores óptimos con los que desarrollarlo; obviamente, para la selección se toman en cuenta criterios de paridad de género, procedencia geográfica o estrato social. La diversidad del grupo de participantes es un objetivo principal.
Las convocatorias aludidas son un mecanismo de diagnóstico, pues siempre se eligen las personas más competentes (que no más excelentes!), pero sobre todo deben actuar como un dispositivo de escucha: su propósito principal es visualizar lo inaudito, lo imprevisto, lo indisciplinar, lo impropio,… lo inexistente. No buscamos lo que ya conocemos, sino justamente encontrar lo que opera por debajo de los sensores de alerta canónicos. Nuestras convocatorias quieren dar vida a lo invisible o, en otras palabras, a lo no codificado.
La gente se reúne para prototipar, es decir, para producir cosas tentativas, provisionales, abiertas, incompletas,… experimentales. Optar por lo inacabado a partir de lo heterogéneo no es fácil. Primero porque los participantes tienen que configurarse como una comunidad de aprendizaje capaz de producir un lenguaje común que haga posible y funcional su encuentro. Y, segundo, porque este aprender a vivir juntos es la condición necesaria para producir diseños inclusivos, horizontales y de bajo coste. Prototipar entonces es una nueva forma de escuchar, otro dispositivo para hacer hospitalario el mundo que habitamos. Encontrar soluciones es difícil, pero lo que es casi heroico es construir bien los problemas, es decir producir preguntas que no simplifiquen tanto la realidad que convierta las respuestas en otro instrumento para poblar el mundo con nuevas asimetrías, dolores o desigualdades.
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Buenas tardes compañeros,
excelente reflexión muy necesaria para la Universidad y, sobre todo, para las ciencias sociales. Es necesario repensar los ritmos y tomar en consideración las características humanas de los estudiantes y su propio desarrollo que, finalmente, son el objetivo de toda buena educación.
Como pequeña crítica, decir que la educación bancaria es precisamente la que critica Freire. La definición que le dais está un poco equivocada…
Un fuerte abrazo!
José María, gracias por tu comentario. Solo comentar que nuestra referencia Freire pretendía decir eso pero creo que la forma de redactarlo hace que se pueda interpretar mal.
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