La gente de Zemos98 ha decidido organizar la edición 12 de su Festival Internacional de otro modo. Después de las últimas ediciones parecía complicado seguir innovando en propuestas y en formatos. Pero como casi siempre, nos han sorprendido a muchos con una propuesta que cuando menos nos ha dejado perplejos y, creo, a casi todos nos ha fascinado y nos hace desear que llegue ya Marzo de 2010. Explicaron su propuesta inicial en Microbios, seres diminutos. Desde la 7ª edición han desarrollado temáticas específicas en cada festival que han ido conectando diversas cuestiones abiertas en la cultura contemporánea y, especialmente, en lo que se ha dado en llamar cultura digital:
En nuestro Festival en realidad casi todos los temas tienen que ver unos con otros. Cuando hablamos de «Creación e inteligencia colectiva» (7 edición) o «Más allá de la Televisión» (8 edición), en realidad estábamos hablando de una estrategia «Fuera de control» (9 edición) para poder hacer un viaje de «Regreso al futuro» (10 edición) en el que remezclemos nuestra identidad y hagamos que la comunicación social sea parte de un proceso de «Educación Expandida» (11 edición) en el que todos tenemos una pequeña pero importante responsabilidad, porque todos somos «Microbios, seres vivos diminutos» (12 edición), y creamos mediabiografías que narran cómo reinventamos y remezclamos la vida cotidiana y nos (des)organizamos en redes de afinidad para poder llevar a cabo nuestros propósitos.
Esta es su definición / provocación de lo que han decidido denominar «microbios»:
Somos obstinadamente pequeños. Admitámoslo, somos microbios. Y a pesar de ser eso, seres microscópicos invisibles, nos obsesionamos con crecer. Somos individuos minúsculos jugando a interaccionar con otras formas de vida de diferentes tamaños y tratamos de establecer cadenas, de crear redes de pares o redistribuirnos por afinidad, familiaridad o simple azar. Somos eso, seres vivos diminutos con memoria. Pequeñas células sociales que comparten saberes. Microorganismos que se perpetúan, con sus virtudes y defectos, a través del tiempo, el espacio y en continua representación.
Hemos mutado. Hemos mentido. Hemos procreado. Hemos repetido. Hemos llorado y seguimos riendo. Como también hemos pensado.Y hemos producido cibercultura. Un cambio tecnosocial ligado a transformaciones en la sensibilidad, la ritualidad, las relaciones sociales, las instituciones y las organizaciones políticas. Ya nunca sentiremos, oiremos, oleremos, tocaremos y veremos de la misma manera. Si la educación puede suceder en cualquier momento y en cualquier lugar, entonces cada día practicas una pedagogía de contacto. Si aprender es una experiencia expandida, entonces la vida cotidiana es la escuela del siempre sin fin. Si la ciudad es una constante performance social y cultural, entonces todos somos actores y esto es teatro descomprimido. Si secuencias tu vida y la narras, compartes y remezclas a través de imágenes, sonidos y textos, entonces tú también lo eres : un ser vivo diminuto que se confiesa diariamente, que comparte su microhistoria, que aprende comunicándose y contándose. Un microbio de identidad múltiple e invisible.
Queremos conversar sobre los pequeños grandes cuentos. Como aquél del potaje. O el de esa esquina. O el de un tocadiscos abandonado, reencontrado a su suerte por un viejo DJ, padre de una joven soprano, que es amiga de un rapero de pueblo, que está enamorado de los sms de una poetisa treintañera, que escribe para olvidar y que escucha una canción en bucle, donde se hablan de las ecuaciones diminutas, de las cuentas de la vieja y de los rincones irreductibles, oída alguna vez por amigas que comparten secretos de balcón, que saben la historia de la cafetera robada por el vecino rico, el que esconde el libro sobre la sexualidad de las moscas, donde alguien escribió sobre cabezas pensantes y dubitativas, sobre escombros que no recuerdan cuando nacieron, que está al lado de una máquina dedicada a los que rehacen, los que formulan y reformulan, los del del interfaz y el avatar, los facilitadores, los aduladores y los conectores, los redentores persistentes, los quijotes urbanos, las maestras de todo y nada. Esta es una historia de nosecuando, escrita por quién sabe y leída en nosedónde.
Bienvenidas pequeñas personas, persistentes micro-usuarias del Festival Internacional ZEMOS98 – 12 edición, dedicado este año a vosotras : «Microbios, seres vivos diminutos.»
Para diseñar esta nueva edición del festival han «solicitado la colaboración de 6 agentes sociales, culturales y científicos a que nos ayuden con la definición temática del Festival». Soy una de esas personas o colectivos y a cada uno nos han pedido que de un modo u otro respondamos a estas preguntas:
- ¿Qué te sugiere el título y el texto de Microbios. Seres vivos diminutos?
- ¿Qué relación tiene con tu trabajo, tus proyectos, tus obras, tus ideas…?
- ¿Qué autorxs, proyectos, citas, ideas, referencias compartes para profundizar en este tema?
- ¿Qué tipo de programación te imaginas (tanto en contenidos como en formato)?
- ¿Cómo imaginas la imagen de esta 12 edición del Festival Internacional ZEMOS98?
Esto no es más que el inicio del proceso, pero ya han publicado los informes de Corpus Deleicti, María PTQK, Lluís Guiu, YProducciones, AMASTÉ, Medialab Prado y Antonio Rincón Cano. He titulado mi propuesta Dejemos que hablen las historias de los microbios, que finalmente se ha convertido en una sesión de reflexión íntima y autocrítica (en la que ha dejado sin responder la mayor parte, por no decir todas, las preguntas iniciales). Este es el texto:
Bienvenidas pequeñas personas, persistentes micro-usuarias del Festival Internacional ZEMOS98 – 12 edición, dedicado este año a vosotras: «Microbios, seres vivos diminutos.«
Otra vez llego tarde. Es el problema de ser pequeño y querer estar en tantos lugares. Pero, quizás ser grande empeorase aún más las cosas: más lento, mayor inercia, menor capacidad de maniobra … Pero además de escribir este texto fuera de plazo, me encuentro dos problemas para responder a las preguntas que me plantean desde Zemos98 para empezar la discusión sobre la 12 edición de su Festival Internacional.
Primero, soy científico, supuestamente racional, objetivo … y cuadriculado (podríamos definirlo como cartesiano para que resulte más políticamente correcto). Leo y releo las preguntas ordenadas y tengo el impulso (irracional) de contestarlas una por una en lugar de tomarlas como referencia para hacer lo que mis interlocutores me proponen, o sea lo que crea conveniente con toda libertad. Segundo, soy biólogo (al menos eso dicen mis credenciales académicos y profesionales) y cuando veo «microbios» tengo que descargarme de demasiados años de estudios de «microbiología» e incluso de la influencia perniciosa de varios amigos que se llaman «microbiólogos».
Quizás las preguntas no son más que una provocación para ayudarme a luchar con mis problemas. Cuando alguien necesita dar una respuesta realmente relevante necesita vaciar su cerebro de la basura cognitiva que desde la especialización disciplinaria bloquea su capacidad de visión y compresión global, y por desgracia su curiosidad y hambre de aprender. No en vano la disciplina tiene mucho que ver con la auto-censura o más bien, por lo doloroso que resulta, con la auto-castración de nuestros intereses. Ese ha sido mi principal problema cuando trataba de comportarme como un biólogo realmente serio: olvidarme de todo lo interesante y fascinante que pasa a mi alrededor y dedicar mi tiempo solo a aquello que alguien previamente ha definido como de mi interés en base a unas categorías que nadie discute pero de validez más que dudosa.
En mi ruta vacilante, paradójica y casi siempre incomprensible de los últimos años. Siempre fue así, pero ahora la red hace público lo que antes podía quedarse cómodamente alojado entre los deseos inconfesables. Siempre me he visto como uno de esos «microbios», un elemento diminuto intentando comprender demasiadas cosas demasiado rápido. No lo he logrado pero en el camino he abandonado la pretensión de entenderlo todo (incluso una parte), he comprendido que no existe un significado previo y consensuado, y estoy descubriendo que los significados los comprendemos en el proceso de construcción, y que esa construcción surge de muchos microbios que exploran, discuten y colaboran sin más motivo que disfrutar (y que a veces para ocultar este deseo inconfesable lo esconden incluso con disfraces como profesión, beneficio …). Por supuesto, existen microbios que no disfrutan pero trabajan igualmente y, posiblemente, obtengan mayor beneficio, pero creo que generan menos significados.
Cada vez me interesan más las historias personales como narrativas del conocimiento, como estrategias y tácticas de aproximación a la complejidad. Y cada vez me fascinan más las cartografías, y no solo las que se acomodan a mapas con territorios geográficos. Nuestras narrativas no son lineales, ni en el tiempo ni en los temas. Discurren en múltiples dimensiones que a veces caminan paralelas, pero en otras ocasiones se cruzan o distancian. Y por tanto solo son representables sobre un mapa. Al fin y al cabo algunos blogs que consumimos con pasión, ciertos simposios y festivales a los que peregrinamos cada año no son más que cartografías experimentales que nos obligan a navegar.
Mi propia historia me ha servido muchas veces para reflexionar sobre paradojas e incongruencias y me he entretenido en numerosas ocasiones tratando de entender o de explicar a otros las razones de mi(s) trayectoria(s). Creo que solo cuando me he enfrentado a otros he sido capaz de encontrar algo de luz en mi propia reflexión. Pero seamos sinceros, mi trayectoria no depende solo de mis intereses intelectuales. Con ellos se mezclan mis circunstancias personales, los encuentros accidentales con gente maravillosa, mis limitaciones que me han obligado a transitar por territorios en que pueda sobrevivir a pesar de mi incompetencia. Solo cuando incorporo todas estas «capas» vitales en mi mapa logro empezar a entender lo que me sucede. Pero sobre todo me interesa este ejercicio para empezar a imaginar el futuro. No me preocupa que ese futuro se materialice, solo me interesa la posibilidad de imaginar.
Me imagino un programa en que diferentes microbios construyan sus mapas personales, las cartografías en que podamos explorar como se construye la «cultura digital» (¿existe otra?, ¿lo dejamos en «cultura»?) en los últimos años. Porque, no nos engañemos, esta construcción está aún en marcha y ni sabemos por que ha pasado lo que ha pasado hasta ahora ni lo que sucederá en el futuro. Dejemos que hablen las historias de los microbios, no los microbios. No me interesan las interpretaciones y teorías que podamos construir. Me interesan los hechos vitales, intelectuales. Necesitamos geógrafos experimentales, cartógrafos radicales de su propia experiencia.
¿Cómo comunicar estas narrativas?, ¿cómo cartografiarlas de un modo elocuente y efectivo para que sirvan de plataforma para la exploración en la semana del simposio? No tengo la solución, no existe la solución. ¿Por qué no invitar a varios microbios a que se conviertan en micro-comisarios de su propia experiencia? Performances, videos, mapas, textos … blogs, etiquetas, cómics … ¿Cómo organizar esas construcciones anárquicas para construir una experiencia en el Simposio? Esa es la tarea de los instigadores, provocadores, organizadores, hacedores … en resumen ese es el papel del Zemos98 «no expandido» (porque en el expandido, al fin y al cabo, estamos casi todos).
Gracias Juan!
Nos vemos pronto!
Rubén
Bueno Juan, desde lo biológico estamos emparentados con los simios, desde lo social estamos mas emparentados con las hormigas
Hola Juan… me suena mucho la idea de cartógrafos radicales de nuestras propias experiencias, de nuestros intentos e imaginaciones…..
Somos microbios, por nuestro anonimato, y por nuestra vitalidad y obstinación a crear escenificaciones de lo posibles
Andrés Fonseca