Manifiesto MACC: Sobre la creación y los creadores contemporáneos

Este sábado finalizó el Mercado Atlántico de Creación Contemporánea (MACC) después de tres intensos días en el Auditorio de Tenerife. Para mi ha sido además la oportunidad de conocer por primera vez a la mayor parte de la red

e-Cultura que ha trabajado intensamente en la organización y dinamización del mercado. Contaremos más sobre nuestra experiencia en próximos posts, pero por el momento me parece interesante hacerme eco de «Manifiesto MACC», un texto colectivo que se hizo público en la finalización del evento y que reflexiona sobre el significado de la creación y del creador en nuestros días. Creo que, en un momento en que la el arte en particular y la creación en general se enfrentan a grandes retos, este texto es especialmente interesante para estimular el análisis crítico, el debate y, ojalá, la acción creativa y transformadora.

25. abril. 2009. Santa Cruz de Tenerife

Somos una comunidad de creadores que, desde el Mercado Atlántico de Creación Contemporánea (MACC), concibe la creación contemporánea como un ejercicio radicalmente distinto al del pasado y que nos exige nuevas responsabilidades artísticas y sociales.

La creación contemporánea no gira, como en las prácticas convencionales, alrededor del producto sino del proceso. La creación nos enfrenta más a un trayecto que a un resultado, más a un procedimiento que a una meta. En el arte y la cultura de comienzos del siglo XXI más que las obras o las piezas, importan las experiencias, los caminos. Más el cómo que el qué.

Ya no es significativa la disciplina que el creador practica, sino su actitud ante el proceso de creación. Da igual que sean las artes plásticas, el diseño audiovisual, la música, la arquitectura, las artes escénicas o la literatura; da igual que uno sea artista o artesano; que cree productos o propicie vivencias. Lo que importa es la actitud con que lo haga. Hoy, creador es quien hace pan o quien lo lanza al público en una perfomance. O ninguno de los dos.

La creación no es sólo el ejercicio individual del artista sino el talento colectivo de los grupos. Antes se entendía que el proceso creativo se limitaba a la acción del artista. Ahora sabemos que en ese proceso intervienen otros actores sin los cuales no hay creación. Porque el creador ya no está sólo frente a la obra. Su trabajo depende también del trabajo de los otros. No hay creación contemporánea si no admitimos esa interdisciplinariedad.

El reconocimiento de lo colectivo, del carácter colaborativo de los procesos de creación, nos obliga, incluso, a revisar el concepto de autoría, la noción de propiedad intelectual. Lo contemporáneo ha difuminado las fronteras entre el autor y el usuario, entre la creación y la función de lo creado.

La creación contemporánea no entiende de especialidades. En nosotros se hace evidente que el mestizaje y la diversidad es el argumento principal de la vida. La hibridación es consustancial a las nuevas tendencias creativas. Ni siquiera hay creadores para la cultura, sino desde la cultura.

El proceso artístico no es sólo estético sino ético. Para superar las crisis, como ésta que ahora nos preocupa, es necesario figurarnos lo que no existe. Y los creadores, acostumbrados a la imaginación, reclamamos nuestro papel como imaginadores del futuro. El creador tiene una responsabilidad ante los tiempos, aunque sea sólo la responsabilidad del presentimiento, de la visión que niega la evidencia. Porque si las certezas repiten modelos conocidos; los presentimientos, en cambio, proporcionan nuevas posibilidades.

El MACC ni es ni quiere ser un exhibidor de artistas; sino un exhibidor de procesos creativos. Con esa voluntad, y con la de seguir siendo punto de encuentro, proclamamos nuestra determinación de seguir encontrándonos aquí o en cualquier otro sitio del Atlántico.

Un comentario

  1. Francamente, de la lectura del manifiesto no puedo sino pensar que, aparte de si son creativos o no los participantes, lo dicho no es sino una expresión de impotencia.
    …Y cuando se dice que da lo mismo «hacer pan», que botar un lápiz que beber agua, que abrocharse la camisa, es que no se entiende realmente donde y cómo se accede a «lo creado».
    La creación es fruto de un surgimiento «original», y es algo nuevo, ante lo cual no se puede sino establecer categorías de lo surgido, pues hay creaciones puras, o muy puras, solitarias, identificables de todo lo demás, como otras que son fruto de muchas manos, o de tantas que se disgrega la distinción al punto de no resultar ser demasiado en definitiva, pero lo creado es algo que termina siendo una sola entidad, atribuible a alguna categoría de unidad presentable e instituible.
    En la Isla de Chiloé, República de Chile existe lo que desde hace muchos años (más de 100) se denomina «minga», que es una reunión de personas a realizar algo en beneficio de alguien de la comunidad, o de algunos de la comunidad, o de todos. Llegan en familia y arman un grupo donde se cocina, se trabaja, se convive y se es feliz en aquello. Decir que tal evento es creativo depende de muchos factores, como si lo que se hizo fue parte de una convergencia que superó los objetivos, o si de la reunión surgieron eventos o situaciones imprevistas y constructivamente orientadoras, pero se debe tener en cuenta algo, lo creado no se puede prever; lo creado no es fruto de un objetivo programado, pues algo creado surge como un nacimiento plagado de imprevistos fruto de la originalidad que se le atribuye a toda creatura.
    Decir que el proceso es el creativo y no el producto (o servicio) final es decir que no se tuvo la potencia o la iluminación necesaria, o al menos la esperanza, como para reunir todo esfuerzo en «aquello» que surgió finalmente y que no se disgrega, sino que se reune como «lo que es más que sus partes preliminares» y de lo cual nunca tuvimos conocimiento pleno hasta que apareció finalmente.

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