Mientras muchos agoreros profesionales se preocupan por la ausencia de largas colas ante las taquillas de las salas (obligadas a cumplir cuotas con películas que no interesan al público), el cine está más vivo que nunca, en las largas colas de la tecnología digital e Internet. Son colas virtuales pero muy reales, aunque excluyan, por innecesarios, a buena parte de los agoreros. Por eso es comprensible la preocupación por su propio futuro, que no amenaza, ni mucho menos, el futuro del cine.
1. Del público (y los críticos):
Nacho Vigalondo, en Cameron-Godard (vía Libro de Notas), defiende lo evidente … para casi todos salvo para los autoproclamados intelectuales y una subespecie especialmente amenazada, los críticos: es posible disfrutar de las películas Jean Luc Godard y de James Cameron al tiempo y no sufrir ningún tipo de problema mental ni esquizofrenia intelectual. Pero el mensaje de Vigalondo va más allá y proclama que alguien que disfrute del cine no necesita ya de los críticos profesionales para llegar a esa conclusión. La puede sacar uno consigo mismo, y además, si así se desea (y sin coste adicional) ayudado por una multitud de entusiastas que construyen día a día la larga cola de la crítica cinematográfica.
Nacho Vigalondo en un debate sobre la película documental de Adán Aliaga La casa de mi abuela recibió una pregunta que desencadenó su enfado y reflexión:
Y entonces llegó la pregunta de un señor al fondo.
-¿Y ustedes creen que es posible que una película así funcione, cuando el público joven mayoritario ve cine de acción americano?
…Pero como soy el hombre que soy, me limité a DEBATIR.
-Bueno, yo creo que el error es entender que porque un chaval vea cine de acción no pueda ver también la película de Adán.
No soy el hombre que quiero ser. Vaya mierda de contestación. Si tuviese pelotas, le hubiese explicado a aquel bienintencionado señor que los problemas de distribución de “La casa de mi abuela” derivan de las trasnochadas barreras que levantan posturas como la suya. Que colocar en una esquina de la clase a los que ven La jungla de cristal y en la otra punta a los que ven Amarcord y, a partir de ahí empezar a juzgar no nos convierte en espectadores de la tragedia, sino en agentes de la misma. Hay algo peor que categorizar las películas en función de tópicos, y es hacerlo con el público.
…Pero ¿Saben cuál es la buena noticia? La buena noticia no es que dos señores con la tarde libre discutan en La casa encendida. La buena noticia es que esa discusión ya está pasada de fecha.
Gracias a tener un blog, gracias a mi vida en Internet, he podido tener un contacto más o menos estrecho con gente una década más joven que yo. Imagino a cualquiera de ellos ante la disyuntiva de escoger entre Godard y Cameron y ya puedo imaginar su cara de incredulidad.
…Hoy en dia, un universitario puede ver Cabeza Borradora cuando quiera. Si no quiere o no puede permitirse hacerse con el DVD puede bajársela en Emule. Pero no sólo eso. Con la misma velocidad con la que alcanza la película, puede leer quince críticas, cinco de ellas brillantes. Puede leer de dónde vino esa película, y adonde fue, y comprenderá a la distancia que está de Bergman, de Dreyer, de Cocteau. Pero también de tanto cine de terror y tanta serie B despojada como Carnival of Souls. Y lo hará tan pronto y tan rápido que no tendrá tiempo ni espacio (mental) para gilipolleces como las del señor del fondo.
Cada vez lo veo más claro, las posturas románticas que añoran nuestras carencias y avisan de los peligros de la “saturación de información” de hoy en dia sólo se sostienen por sí mismas. Tuve ocasión de decírselo en persona a Noelio y a Alvy Singer: “Ustedes leen y hablan de Stephen King con la libertad de no tener que defenderlo”. En sus blogs King se codea con Sallinger, con Roth y con DeLillo con la naturalidad del que ya no tiene que justificarse. Y eso es mejor que lo que nos tocó a nuestra mierda de generación. Porque nuestra generación, y lo digo mientras el spot de Coca Cola con música de Simple Minds suena de fondo, es una mierda. Ya verán el siguiente post, ya.
2. De los autores:
Luis Yrache, inaugura su columna en Generación Red comentado el Movilfilmfest 2007 “primera edición del primer festival específicamente dirigido a cortometrajes hechos con teléfono móvil” en el que ha participado. El artículo describe de primera mano como se construye otra larga cola, en este caso la de los autores; como un uso creativo de una tecnología pensada para otro fin abre nuevas posibilidades narrativas, y como un festival entendido como una comunidad de interés aporta valor añadido a los creadores individuales:
Pido prestado un móvil y a los pocos días a grabar. En contacto con aquellos a los que avisé de este festival, varios también en un bache de imaginación, me sorprendo gratamente al ver que la mayoría se ha lanzado y están con sus pequeñas grandes ideas, ilusionados con participar. Es un poco volver a los circuitos un tanto abandonados. También conozco participantes que no habían dejado de estar plenamente metidos en el medio. De todo ha habido, muchos casos de los que ni siquiera tengo idea. El blog y los comentarios que cada corto recibe, accesibles a todos los visitantes de la web, van dando informaciones interesantes de cada director. Los propios cortos son fuente irremplazable del origen e intenciones de sus autores.
… La mayoría son experimentos, pruebas. Narrativos, experimentales, artísticos, de género, basados en el diálogo o radicalmente visuales, todos tienen su parte de intento, de búsqueda. Ejemplos ha habido entre los más de 150 participantes de propuestas muy distantes. Desde el uso del busto parlante directamente a cámara, estilo telediario, hasta la fragmentación de la pequeñísima pantalla del móvil en 16 mini imágenes por medio del denominado Split Screen. El resultado del primer ejemplo que acabo de mencionar implica la percepción del detalle expresivo del rostro cercano a cámara. El segundo se convierte en cambio en una obra visual que al perder el poder narrativo y figurativo se basa en la percepción global de formas y movimiento. Un casi puntillismo llevado al lenguaje del móvil.