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Hablamos sin parar de la necesidad del cambio en la educación, de lo disfuncional de buena parte de la educación actual, de como será o debería ser la educación en el futuro … en un futuro indeterminado que en realidad refleja la ansiedad por alcanzarlo lo antes posible.

Sin embargo el futuro, por su propia naturaleza, es incierto y quizás su principal propiedad será la diversidad y complejidad. Desde mi punto de vista, en educación habrá muchos futuros. No necesitamos ya un modelo educativo, necesitamos múltiples modelos, posibilidades de trayectorias y enfoques que permitan a cada persona, única en si misma, construir su propia ruta de aprendizaje. Nuestras necesidades de aprendizaje son y serán continuas y diversas, y el principal problema es que las instituciones actuales ofrecen solo herramientas muy toscas para cubrir estas necesidades.

Quizás sea una simplificación excesiva pero para tratar de organizar esa diversidad de necesidades y realidades del futuro, y ya en gran medida del presente, considero que existen «dos educaciones», dos categorías o estrategias de aprendizaje que serán necesarias y convivirán. Serán las personas con sus elecciones de vida y la construcción de sus propias trayectorias quienes le den sentido y coherencia a ambos modelos.

La «educación para la vida» es la que no te prepara para nada específico, lo cual no es especialmente preocupante si creemos que la mayor parte de las profesiones del futuro aún no existen y las que existen hoy serán muy diferentes en pocos años aunque conserven su nombre. Esta educación permite desarrollar las competencias estratégicas y valores que resultan esenciales para ser ciudadanos y profesionales comprometidos con nuestra sociedad y con su bienestar, sostenibilidad y equidad. Esta educación se beneficia de procesos y programas que permiten una inmersión y foco totales para lograr una transformación efectiva de las personas, para lo que debe sustentarse en procesos lentos.

Esta educación debería ser la razón de ser de las instituciones educativas, ya sea la escuela o la universidad, que son las que cuentan con los recursos para diseñar y crear ese tipo de entornos y programas.

La «educación para la profesionalización» busca desarrollar competencias y habilidades claves para poder desempeñar una profesión o una función. En un entorno laboral y profesional que cambia rápidamente, esta educación debe ser rápida, flexible y con una oferta que evolucione muy rápidamente (al ritmo en que nacen y mueren las demandas en la sociedad y en las organizaciones). A esta educación muchas veces se la ha denominado como educación continua y se la ha considerado secundaria. Sin embargo los modelos convencionales, instalados en instituciones educativas, de educación continua suele ser demasiado lentos e inflexibles para las necesidades actuales.

Esta educación sucede y sucederá de múltiples formas, en entornos diversos y casi nunca académicos, que permitan un aprendizaje a la medida de las necesidades y disponibilidad de cada persona. Así en ocasiones será de tiempo parcial y distribuida en el espacio y el tiempo. En otras será inmersiva e intensiva pero de corta duración, como sucede en los formatos de bootcamp.

Ambos modelos de educación pueden y deberían convivir dado que son necesarios a lo largo de la vida de una persona, que de este modo podrá decidir, como ya sucede en gran medida, cual es su propia ruta y cuando y como necesita cada tipo de educación.

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