¿Ladrillos y finanzas o ciudades y personas?

En plena crisis financiera global, el negocio inmobiliario, tanto en España como en EEUU, es uno de los principales afectados arrastrando por el camino a buena parte de la población. Mientras los análisis que podemos leer y escuchar estos días se centran, casi exclusivamente, en las consecuencias económicas, la realidad es que el cambio que se está generando en el mercado de la vivienda tendrá profundas consecuencias para la estructura de las ciudades y para su dinámica demográfica y social. En España, como siempre, parece que estas cuestiones preocupan a pocos y motivan aún menos análisis. Pero, por el contrario, en EEUU empiezan ya a aparecer las primeras señales y análisis de escenarios urbanos para un futuro próximo. Puede que el futuro tenga más que ver con las “nuevas ciudades” que resulten de esta crisis que con la prometida nueva arquitectura financiera. De eso me he ocupado en ADN.es | Ciudades enredadas cuando me pregunto que pasará Más allá de la “crisis del ladrillo” .

La reciente crisis financiera, unida al incremento en los precios de la energía (que incrementa drásticamente los costes de transporte), están afectando, al parecer de modo profundo, a las decisiones que los ciudadanos toman, limitados por los cotes asociados, sobre sus lugares de residencia. Esta tendencia parece observarse ya desde hace unos años en EEUU, donde los datos demográficos indican un retorno a los centros urbanos y ponen de manifiesto que el sistema impositivo trdicional, que penaliza la vida urbana para subsidiar los suburbios y zonas rurales, es en realidad insostenible. Esta tendencia se contrapone a los problemas que generan los vacíos urbanos que surgen por el abandono de los barrios céntricos de ciudades industriales en declive. En conjunto, estos y otros procesos dan lugar a un periodo de reconfiguración urbana drástica que se ha iniciado en EEUU, pero al que no somos ajenos los europeos, dado que nuestras ciudades y economías comparten muchos de los problemas ya identificados en las ciudades norteamericanas.

Esta reconfiguración provoca a su vez una transformación del tejido social y de la diversidad y vitalidad de las ciudades. Como explica Kazys Varnelis, están emergiendo tendencias sorprendentes que deberían hacernos replantear nuestras ideas anteriores acerca de las ciudades. Un par de artículos en The Wall Street Journal (WSJ) aportan datos demográficos relevantes para comprender este fenómeno. La primera tendencia nos muestra como las clases medias se mueven desde los suburbios de las grandes ciudades costeras (Nueva York, Los Angeles, San Francisco, Boston …), pero también Chicago, hacia otros suburbios en las grandes ciudades interiores, como Dallas, Houston o Atlanta. El espectacular crecimiento del precio de la vivienda y de otros costes de la vida explican en gran parte esta tendencia. Pero este flujo migratorio se equilibra o incluso se ha visto superado por la llegada de inmigrantes, mucho más pobres, a estas mismas ciudades. Aún así, las ciduades costeras han crecido solo un 4% entre 2000 y 2006, mientras que las metropolis intreriores han  aumentado su población un 18%. Es esta una tendencia inesperada que posiblemente tenga importantes implicaciones políticas dado que la división geográfica entre ciudades costeras e interiores marca también una frontera política entre las zonas dominadas por Demócratas y Republicanos.

Complementariamente, en las principales regiones metropolitanas, como Chicago o Nueva York, se está terminado lo que se denominó “white flight: la huída de los blancos de clase media hacia los suburbios mientras los centros urbanos se degradaban y se ocupaban por las capas sociales más desfavorecidas. Los datos demográficos apuntan a que esta tendencia alcanzó su punto más álgido en la década de 1990. Ahora son los más pobres, especialmente inmigrantes, hispanos y negros, los que se marchan de los centros de las ciudades hacia los suburbios (en particular hacia los más antiguos, baratos y degradados, los mismos que abandonan los blancos que se marchan al interior del país). El hecho de que muchas iglesias afro-americanas estén abandonando sus sedes en los centros para relocalizarse en los suburbios es un buen indicador de la importancia de este fenómeno. Por otra parte, el artículo en WSJ documenta ejemplos de los nuevos conflictos (como los que afectan a las normas de funcionamiento de los colegios) que surgen en los barrios céntricos provocados por la nueva “correlación de fuerzas” entre los colectivos más pobres y la emergente “nueva clase media” que trata de modificar las reglas tácitas y explícitas de funcionamiento de estas comunidades. La brecha económica es también una brecha racial y cultural que se convierte en un caldo de cultivo de conflictos locales.

El resultado es que, por una parte, los suburbios aceleran su proceso de degradación al contar con menos recursos (por ser ocupados por gente que paga menos impuestos) e incrementan, al menos transitoriamente, su diversidad (debido al prceso de cambio de su composición social y racial). Mientras, los centros se gentrifican y desaparece parte de la diversidad que se les ha atribuido tradicionalmente. Estos “nuevos centros” son ocupados por gentes con modos de vida extraordinariamente similares (aunque sus orígenes geográficos, no tanto raciales, sean muy variados) propios de los profesionales occidentales de nivel adquisitivo medio y alto. Como explica Varnelis, la ciudad diversa tradicional americana mezclaba en sus barrios a colectivos de diverso origen geográfico y étnico y a diferentes clases sociales, definidas por su estatus económico, que conservaban y convivían (en ocasiones de modo conflcitivo) con usos y culturas variados.

Por tanto, una combinación de procesos globales (crisis financieras y energética), nacionales (la crisis de la economía industrial) y locales (los patrones de ocupación del espacio en los centros urbanos y suburbios para las diferentes clases sociales, etnias y grupos culturales) interaccionan en estos momentos reconfigurando las ciudades. Pero lo más relevante no son los cambios demográficos, si no sus consecuencias para la actividad económica y para el funcionamiento de las comunidades locales que pueden ser especialmente profundas. No debemos olvidar que, por ejemplo, diversidad y densidad son dos motores de la creatividad y la innovación que son, a su vez, procesos clave para la economía post-industrial en la que vivimos.

Por desgracia, mientras que estos procesos provocan interés en EEUU donde numerosos investigadores y medios se ocupan de documentar estos cambios y de evaluar sus posibles consecuencias, en España el panorama es muy distinto. La crisis económica e inmobiliaria que sacude a nuestro país tiene forzosamente que provocar reconfiguraciones urbanas que van más allá del precio y el acceso a la vivienda, pero a las que prestamos poca atención. Los problemas del sector de la construcción o las inmobiliarias o el precio de las viviendas son problemas agudos y preocupantes. Pero la reconfiguración territorial, la densidad de ocupación y la diversidad local tendrán consecuencias de alcance sobre cuestiones como la eficiencia energética, la actividad económica o la conflictividad social. De este modo la “industria del ladrillo” podría tener, en este sentido, más y más diversos efectos sobre la “economía del conocimiento” de los que habitualmente se señalan y estarían mediados por los cambios demográficos y de modos de vida en las ciudades.

2 comentarios

  1. Diversidad y densidad, tú lo has dicho. Pero… ¿qué grado de densidad es el ideal? Está claro que hay que ir a más densidad del tejido urbano (que, por otro lado, nunca se debió perder) pero… ¿debemos llegar a la congestión? Cabe redefinir unos nuevos parámetros de densidad urbana en clave digital y contemporánea. En ello estamos. Abrazos, Am

  2. Juan, efectivamente, es sorprendente el enorme interés que están suscitando los temas urbanos en los medios convencionales (además de en la blogosfera) en Estados Unidos. Aquí, en cambio, se echan de menos porque, salvo esporádicas excepciones, los medios tradicionales no entran a estos temas. Y en la coyuntura actual no consiguen salirse del alarmismo y el análisis puramente económico, cuando lo que se avecina, además de un cambio de modelo económico, es un torrente de cambios que afectan también al territorio, a la vida coelctiva en las ciudades, etc.

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