«Transformación digital» se ha convertido en el concepto de moda entre consultoras y corporaciones en los últimos tiempos. Cuando escarbamos un poco en lo que se propone detrás de esta idea, nos encontramos muchas veces con cambios básicos que aluden más a cuestiones instrumentales que a transformaciones culturales. Al final se propone que las organizaciones de hoy asuman prácticas que son ya habituales en las vidas y relaciones personales, y para muchos profesionales y pequeñas organizaciones desde hace bastantes años. Por poner solo un ejemplo ya en 2010 discutíamos algunas cuestiones, Escenarios de un futuro postdigital, que ahora solo se vislumbran como una futura «fase 2» de los procesos de transformación digital que están en marcha.

Es evidente que «transformación digital» es el nuevo servicio estrella que comercializan un sinnúmero de consultoras de todo tipo, como las que se dedican a estrategia e innovación pero también aquellas otras que hacen comunicación, marketing o incluso liderazgo o coaching. Esta tendencia comercial refleja una realidad que no podemos obviar: que muchas organizaciones están aún en una fase de cambio digital incipiente y por el camino han dejado pasar quizás 10 años de oportunidades.

Las consultoras abordan esta oportunidad con su modelo de negocio convencional. Bajo un discurso de transformación, ofrecen en realidad cambios pequeños e incrementales fáciles de afrontar por sus clientes. La contrapartida es que esas organizaciones que contratan sus servicios se hacen dependientes y necesitarán (o creerán necesitar) su acompañamiento durante un proceso muy largo. Esta «propuesta de valor» además encaja perfectamente con la posición conservadora de muchas organizaciones que esconden el miedo o la incapacidad para transformarse detrás de un discurso público que abraza la innovación .

Si una organización se plantea como retos en 2017 eliminar papel, gestionar sus datos y documentos en la nube, utilizar aplicaciones colaborativas o abandonar el correo electrónico, por poner solo algunos ejemplos, está en realidad muy lejos de incorporar la realidad post-digital en la que debe vivir para ser realmente competitiva. No es que estos retos instrumentales no sean necesarios … pero no son ni mucho menos suficientes y por tanto deben ocupar solo una pequeña parte de la agenda de transformación.

La «transformación digital» esconde el verdadero reto que tiene que ver más con la «transformación provocada por lo digital». En este contexto y como parte del trabajo que estamos realizando en el equipo de EduCaaS, y en especial con David Lareo, abordamos la cuestión de la transformación digital de la educación planteándonos si necesitamos nuevos entornos digitales. Este posicionamiento tiene aplicación directa más allá del ámbito educativo dado que, si pensamos en un aprendizaje activo y en equipo, la educación busca ser tan real como la vida misma y por tanto no existen demasiadas diferencias en lo que necesita una persona y un equipo que aprenden y lo que necesita cualquier profesional y organización. Nuestra perspectiva plantea la hipótesis de que:

… si los necesitamos [nuevos entornos digitales] siempre que promuevan la independencia, “libertades”, y capacidad de acción de los que aprenden y siempre que su diseño esté pensado desde la perspectiva de que las prácticas mediadas digitalmente se modifican, a veces radicalmente, respecto a sus versiones completamente analógicas.

En nuestra opinión deberíamos redefinir la transformación digital en términos de soberanía y autonomía digital de personas, equipos y organizaciones. Este objetivo pasa porque los individuos y colectivos tengan capacidad de control sobre sus aplicaciones, sobre sus infraestructuras y sobre sus datos. Es casi imposible lograrlo moviéndose solo en un entorno extraordinariamente complejo de proveedores que ofrecen servicios asimétricos donde ellos saben que hacemos nosotros, pero nosotros no sabemos buena parte de lo que ellos hacen … con nuestros datos y contenidos y con sus algoritmos y su código. La tecnología si importa y, por tanto, debemos retomar el control, elegir proveedores, infraestructuras y aplicaciones abiertos que nos permitan conocer y manejar algoritmos y código, y producir contenidos y datos sobre los que mantenemos ciertos controles. En los casos en que necesitemos seguir trabajando con proveedores asimétricos debemos plantearnos que cesiones y bajo que reglas de juego lo haremos.

[Imagen tomada de Post-Digital Research]

3 comentarios

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