En Europa contamos con una trama urbana etiquetada desde hace ya siglos. Los espacios públicos (calles, plazas, …) cuentan con nombres oficiales recogidos en mapas. En esta tradición los nombres suelen recordar a personajes relevantes o hechos históricos. En ocasiones, incluso, son elementos de guerra ideológica, pero en todo caso cumplen su función como referencias que permiten la navegación urbana.
En Norteamérica, nos encontramos con una situación muy similar aunque, en la mayor parte de casos, resuelta de un modo mucho más pragmático. Las tramas regulares de las ciudades definen sus calles correlativamente utilizando letras, números y la orientación geográfica. El resultado es menos evocador pero permite, además, una cierta navegación de la ciudad sin necesidad de mapas.
Pero en el resto del mundo el etiquetado de las calles, algo que se da por hecho en Europa o Norteamérica, es en realidad una rareza. Por ejemplo, en muchas ciudades latinoamericanas sólo unas pocas grandes avenidas o plazas cuentan con denominación, mientras que la inmensa mayoría del espacio urbano permanece anónimo. La fotografía muestra un ejemplo tomdo de un envase fotografiado en Costa Rica donde la dirección de la fábrica se indica así: Ciudad Colón, del Lugar de Anclanos, 100 m sur, 400 m oeste y 100 m sur. La ausencia de referencias dificulta enormemente la navegación urbana, convirtiéndola en muchos casos en algo totalmente innacesible para los visitantes y que sólo después de una larga experiencia pueden realizar con comodidad los nativos. Las referencias relativas basadas en distancias y orientaciones, como las de la fotografía, sustituyen a las direcciones o los mapas habituales. Sempre se necesita algún hito reconocible, ya sea una plaza que si cuenta con un nombre (oficial o informal) o algún monumento o elemento singular (como curiosidad, en ocasiones se utilizan grandes árboles como referencia, permaneciendo su uso aún después de su muerte o tala y desaparición del paisaje urbano, lo que aumenta enormemente las dificultades para los novatos).
Lo mismo sucede en algunas ciudades asiáticas, como por ejemplo Tokyo. Pero este problema puede al tiempo ser una oportunidad para el desarrollo rápido de tecnologías más avanzadas que, posteriormente, sean empleadas en nuevos servicios aún no definidos. De hecho, el Tokyo Ubiquitous Network Project que se está poniendo en marcha en estos momentos pretende, utilizando unas 10,000 etiquetas RFID y redes de transmisores inalámbricos etiquetar el barrio de Ginza. Este proyecto es desarrollado por el Ubiquitous Computing Technology Center, una joint-venture entre el gobierno japonés y algunas de las mayores empresas tecnológicas como Fujitsu, NEC o Hitachi. El etiquetado digital de la trama urbana puede considerarse un proceso de leapfrogging, dado que soluciona un problema con una tecnología innovadora saltándose las soluciones intermedias (los nombres y los mapas tradicionales). En sitios donde ya existe un etiquetado analógico, la implantación de estos sistemas proporcionaría menores beneficios. Así, paradójicamente, los lugares más avanzados en su diseño urbano hasta el momento pueden dejar de aprovechar la ocasión para utilizar una nueva tecnología digital barata y ubícua que permitiría el desarrollo de nuevas aplicaciones derivadas.
Lo explicaban en un artículo en The Guardian hace unos días, Tagging Tokyo’s streets with no name:
A capital city without road names is a huge handicap. Collectively, the Japanese (especially trainee post workers) and bewildered visitors have spent decades lost in Tokyo’s labyrinthine arteries – most, literally, without a name.
But rather than just name the streets and number the buildings, the locals had a uniquely Japanese answer to the problem: improve an existing technology, in this case the fax, to send maps and directions to visitors. In the 1980s Japan shrank fax machines, making them popular and affordable, and later repeated it with the satnav to ease the headache of getting from A to B.
Alas, Tokyo’s complex subway still remains a challenge even to residents, something your correspondent pondered while making his uncertain way to a laboratory in western Tokyo. The lab is home to the Tokyo Ubiquitous Network Project, where scientists are planning a computer infrastructure that they say will fill such information gaps for good and enable us to give our maps, guidebooks and A-Zs that longed-for heave-ho.
Heading the project is Tokyo University professor Ken Sakamura -who, with the aid of the Japanese government, is well on his way to building the world’s first truly public ubiquitous computer network. It’s "an infrastructure for the 21st century", he says, adding that it will see our everyday landscape guide us, inform us and generally hold our hand in an increasingly puzzling world.
El problema ya generó innovaciones en el pasado cercano (el uso intensivo de las máquinas de fax) y parece que puede provocarlas de nuevo ahora. Aún así, el artículo describe dos problemas emergentes de este proyecto. Por una parte, una red de este tipo puede permitir también la vigilancia contínua de los ciudadanos. Por otra, es una experiencia piloto, restringida a un barrio, pero es discutible la capacidad gubernamental para financiar una implanatción a gran escala, en toda la ciudad. Parece que, además de la innovación tecnológica, se necesitarán modelos de negocio que rentabilicen este tipo de infraestructuras digitales intangibles para que atraigan la iniciativa privada. La clave estará en la creación de servicios adicionales que se apoyen en el sistema de etiquetas y que exploten la oportunidad de miles de ciudadanos conectados constantemente a esta red al tiempo que están localizados en el espacio.
Otro problema, de un tipo muy diferente, es la modificación que se puede producir en el comportamiento de los usuarios al utilizar este tipo de ayudas a la navegación en lugar de los mapas tradicionales o, en Europa por ejemplo, las referencias a los nombres de los espacios públicos. Pensemos por ejemplo, como se modifica, de un modo sutil pero importante, el comportamiento de un conductor cuando pasa a utilizar un navegador GPS:
De los navegadores (que nos “obligan” a seguir una ruta predeterminada) a los mapas (que facilitan nuestro viaje, pero no lo predeterminan) …
>> Pero en el resto del mundo el etiquetado de las calles, algo que se da por hecho en Europa o Norteamérica >> Exceptuando , claro está , el caso de Coruña , en el que seguimos un sistema distinto consistente en poner 1 o 2 carteles ( o ninguno ) en todo lo largo de la calle , o bien nombrar calles como «2ª paralela de la calle tal …» , es decir , tomando la referencia de que la calle es paralela a una cercana … De todas formas de poco nos podría servir saber el nombre de la calle … ya que la numeración de los edificios también es caótica o simplemente no existe.
Deberemos esperar que esos nuevos chips RFID solucionen el problema , la lástima es que no hagan uno que pueda insertársele directamente en el cerebro a ciertos responsables de nuestros Ayuntamientos …
No conocía esta singularidad, aunque parece ser más generalizada. ¿Como se las arreglan los carteros en esas ciudades monstruo, como
Delhi, Mexico, El Cairo. Las grandes metrópolis con una densidad de habitantes que desborda lo imaginable. No seré tan radical como mi anterior comentarista pero no debe ser muy fácil localizar a alguien, a no ser que se sigan códigos diferentes de los al uso.
Quien dice de los carteros, dice de la policía, de la banca. Cualquiera presta dinero a un sujeto que ni sabes donde vive. Para ejemplo contaré que en el Cairo existe un cementerio donde puede que vivan un millón de personas. Así puede uno explicarse las desapariciones, la criminalidad, la delincuencia, el caos administrativo o sabe dios qué. Sin embargo puede que te encuentres con un conocido en una esquina de cualquier lugar del mundo al que no veías hace 40 años