Pensamos en la participación ciudadana como la herramienta para corregir los excesos y errores o simplemente como la forma de «mejorar» las decisiones políticas. Además la propia idea de participación es fácilmente defendible al mostrar, al menos en apariencia, una vía directa para aumentar la presencia de los ciudadanos en la política, o dicho de otro modo una forma de incrementar la radicalidad de la democrática.
Sin embargo, la participación recibe al tiempo numerosas críticas y grandes dosis de escepticismo, menos en público y mucho más en privado. Podríamos decir que la promesa de la participación es bienvenida. La realidad, muchas veces banalizada e instrumentalizada, es el motivo de ese escepticismo. Más allá de defender la bondad o las limitaciones y perversiones de la participación, es importante pensar y abordar las razones de esta brecha entre expectativas y realidad. No me centraré aquí en razones que posiblemente sean las de mayor importancia como la manipulación política, su bajo impacto cuantitativo o la necesidad de mayor experiencia y aprendizaje.
Si quiero abordar otro aspecto, la política experimental, desde el que creo que el propio concepto de participación debería evolucionar y que conecta con procesos «participativos» que suceden en lo que denominamos laboratorios ciudadanos. O dicho de otro modo tratar de incorporar la política experimental como un enfoque que complementa y amplía la participación ciudadana en las decisiones políticas y la propia forma de hacer política. En este sentido, es importante señalar que esta reflexión se basa en la idea de que la «participación» no debería buscar una «ciudad para los ciudadanos» sino una «ciudad por los ciudadanos». Una «mejor» ciudad para los ciudadanos podría lograrse mediante la experimentación de los expertos y mediante métodos basados únicamente en expertos. Este matiz es clave dado que cada aproximación puede generar modelos urbanos radicalmente diferentes y precisa de procesos e ingredientes también en buena medida distintos.
Las capas de participación
Imaginemos en primer lugar que podemos modulzarizar la participación descomponiéndola en elementos que a su vez pueden visualizarse como capas. Entre estas capas no existen jerarquías, sino interdependencias. Planteo como hipótesis que todas las capas y procesos son en realidad necesarios si queremos una verdadera ciudad abierta creada por los ciudadanos.
Podemos definir de este modo 3 capas o conjuntos de elementos relacionados con la participación:
Capa 0: transparencia, datos, información, acceso real … Infraestructuras legales y tecnológicas y competencias ciudadanas que hacen posible diferentes modos de participación efectiva.
Capa 1: Deliberación y toma de decisiones. Entornos públicos, físicos y digitales, donde es posible debatir sobre problemas y propuestas. Sistemas para la toma de decisiones mediante las votaciones. Aunque este texto no entra en el enfoque de la «democracia digital», es conveniente aclarar que esta aproximación a la participación impulsada desde el anarco-capitalismo tecnológico no promueve realmente procesos colectivos, más bien habilita mecanismos ágiles para la toma de decisiones que por su propia naturaleza necesitan ser colectivas. Y a la vez trata de limitar estas decisiones al mínimo imprescindible, a los casos en que no existen alternativas individuales.
Capa 2: «Laboratorios ciudadanos», donde se experimenta y se piensa desde el hacer.
Estas 3 capas no funcionan como compartimentos estancos y en ocasiones emergen de formar orgánica y hasta pasan desapercibidos. Por ejemplo los laboratorios ciudadanos, que raramente se denominan de ese modo, suceden en ocasiones, pocas, de forma institucionalizada y planificada, pero casi siempre de forma autónoma y como consecuencia de la conexión efectiva de intereses y capacidades de grupos ciudadanos.
Los laboratorios ciudadanos como entornos de política experimental
Un laboratorio es un lugar donde el pensar y el hacer van de la mano. Ninguno tiene preponderancia sobre el otro y es su integración lo que produce un pensar diferente y un hacer diferente. Los laboratorios ciudadanos se definen así porque pretenden cultivar este mismo proceso en un contexto ciudadano, abordando los problemas que afectan a las personas y que requieren de una solución colectiva, en otras palabras los problemas que nos son comunes y solo desde lo común pueden ser abordados.
En este sentido un laboratorio ciudadano es el entorno (incluya un espacio e infraestructuras físicas o digitales o no) donde:
- La política se entiende como construcción colectiva de la realidad y necesita de diálogo y escucha. El diálogo se basa en la escucha activa y profunda y requiere que cada participante esté dispuesto a comprender las razones del otro, a dejarse afectar por los otros y a modificar su propia opinión en función de esos argumentos. El resultado final de un diálogo efectivo es la construcción de conocimiento genuinamente nuevo resultado de las aportaciones de cada participante y de la deliberación y reflexión colectiva.
- La construcción de la realidad es experimental por estar basada en el aprender haciendo mediante prototipos (que no son solo artefactos, son en realidad experimentos).
Para que esto suceda es necesario un cambio radical en las formas y paradigmas con los que se “hace política” tradicionalmente: mediante la planificación (y no la experimentación), mediante el diagnóstico basado solo en el conocimiento de los expertos (y no la escucha de los afectados) … en resumen pasar de una política para ciudadanos a una política con los ciudadanos.
Retos, problemas y limitaciones: cómo evitar el lado oscuro de los laboratorios ciudadanos (y de sus prácticas)
Los laboratorios ciudadanos son una gran promesa que ha generado hasta ahora unas pocas evidencias. Necesitan desarrollo, madurez y mucha más experimentación, en especial en contextos donde se encuentren ya más próximos a las tomas de decisiones. Es el momento de pensar sobre la diversidad de problemas y riesgos que deberán afrontar si quieren realmente cumplir su promesa.
1. No deberían ser ideológicos ni ser apropiados por una determinada ideología. Si es así son excluyentes y dejan de ser verdaderos dispositivos de escucha. En muchas ocasiones la cuestión de la participación se percibe como asociada a ciertas posiciones políticas. Pero no es así y se están generando evidencias empíricas como las que hace unas semanas compilaba Politibot, en su canal de Telegram, que muestran como a mayor participación (convencional, no en el sentido que se le da en los laboratorios) se generaba una mayor eficiencia de los gobiernos (en este reportaje de El Confidencial se analizan que factores son claves en la eficacia y eficiencia de la participación). En este contexto la cultura digital de los ciudadanos aparecía como una fuerza que impulsa la participación.
2. En relación con lo anterior, ¿cómo hacerlos verdaderamente incluyentes y universales (en la potencialidad o realidad de la participación)? Para eso se deben abordar:
- problemas de lenguaje, que en ocasiones se usa para hacer un entorno críptico a los no iniciados,
- disponibilidad de tiempo de los ciudadanos,
- y la ineficiencia (no se deben confundir los procesos lentos con aquellos inefectivos). Muchos procesos políticos aparentemente participativos están diseñados para ser inefectivos (no lograr los resultados que prometen) de modo que desactivar la participación y fomentan la falta de compromiso e implicación de una parte de la ciudadanía.
3. Es imprescindible generar conocimiento basado en evidencias empíricas que permitan validar conceptos y modelos y hacerlos evolucionar. Se han acumulado ya experiencias y resultados y es momento de interpelar a la información disponible para encontrar evidencias que permitan profundizar en lo sucedido y mejorar desde el conocimiento generado los futuros experimentos. Una política experimental no puede ser ajena al propio método experimental y está obligada a «rendir cuentas» sólidas y basadas en conocimiento, no solo en percepciones y narrativas. Abordar este reto implica entender que los procesos de la política experimental, y de los laboratorios, por su propia naturaleza (su carácter orgánico, sus impactos múltiples pero alejados en el tiempo y en el espacio institucional respecto al origen, su carácter recursivo …) son especialmente difíciles de trasladar a datos e información (si aplicamos los enfoques tradicionales de una parte de las ciencias sociales, basadas en bases de datos y estadísticas estándar) … pero no es un reto imposible, solo precisa de la sensibilidad, la atención y los métodos adecuados.
4. No son necesariamente ajenos a funcionar en el paradigma de la desinformación, pos-verdad y las unanimidades totalitarias que han irrumpido como un riesgo global en los últimos años. El análisis empírico y basado en evidencias de su funcionamiento, como se comenta en el punto anterior, puede apoyar la resolución de este problema.
5. Cuidados y trabajos reproductivos. El discurso de los afectos y los cuidados se ha hecho popular y ha empezado a empujar tomas de conciencia, cambios de actitudes y cambios de prácticas. Pero en muchas ocasiones no pasa de ser un discurso políticamente correcto (correcto con las “tribus” de activistas que son próximas) pero que o bien acaban en una cierta infantilización o en una imposición, muy poco cuidadosa y cuidadora. Y siguen existiendo, en los entornos institucionales y ciudadanos próximos a la política experimental, muchos trabajos esenciales que en la práctica podríamos definir como «basura» dado que o son invisibles y/o se ocultan de modo activo. Estos son algunos ejemplos de trabajos de soporte que no se suelen incluir dentro de los trabajos reproductivos y cuidados y resultan esenciales para la sostenibilidad de los proyectos y las propias organizaciones: gestión económica, planeación, resolución de las las limitaciones legales, evitar por diseño que los participantes sean sistemáticamente precarizados (lo cual es la normal y no la excepción hoy en día en las políticas públicas independientemente de su adscripción ideológica) …
Este texto se basa en mi participación en la Feria Internacional de Guadalajara, donde el 2 de diciembre de 2017 participé en la mesa redonda Ciudad abierta dentro del programa Pensando la Ciudad organizado por Medialab Prado como parte de las actividades realizadas por Madrid como ciudad invitada.
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