La necesidad de los políticos, sea real o impostada, de hacer frente a la crisis hace que los anuncios de inversión pública se sucedan con velocidad tanto en España como a nivel global, y especialmente en EEUU ante la inminente llegada a la presidencia de Barack Obama. Ya hace unos días publiqué en ADN.es | Ciudades enredadas, una crítica a las intervenciones de este tipo basadas en las inversiones en infraestructuras, al menos cuando son intervenciones masivas en las que el único objetivo es generar actividad constructora y no cubrir las necesidades del presente y del futuro (por desgracia no son habituales análisis y acciones inteligentes y eficaces como las que plantea Alex Tabarrok en Marginal Revolution). Puede, y de hecho ya está sucediendo, que acabemos construyendo Autopistas a ninguna parte.
La presión de la incertidumbre que genera la actual crisis está poniendo de manifiesto la escasa consistencia de muchas declaraciones políticas. Un buen ejemplo lo encontramos en España donde, tras años de crítica a la excesiva dependencia de nuestra economía hacia el sector de la construcción, ahora se buscan iniciativas de todo tipo para que este sector no se acabe de hundir. Las buenas intenciones del pasado se desmoronan ante las urgencias o la ausencia de ideas. Es difícil comprender, y más difícil aún explicar, como en un momento en que el mercado inmobiliario se hunde por un exceso de oferta surgen planes de todo tipo para la construcción de nuevas viviendas. En paralelo, se reclama un nuevo esfuerzo para la restauración de viviendas y de espacios urbanos y para la construcción de nuevas infraestructuras. El hecho de que no hayan sido prioridades en periodos de crecimiento económico señala claramente que se movilizan ahora como mecanismos keynesianos de reactivación económica y tienen poco que ver con necesidades específicas, de vivienda o movilidad, de la población por muy urgentes que éstas sean (y lo eran ya hace uno o dos años).
Asumamos, al menos como hipótesis, que este tipo de intervenciones públicas logra reactivar la economía. Una vez logrado este objetivo temporal, ¿cuáles son los efectos a medio y largo plazo de este tipo de políticas?, ¿son necesarias las nuevas infraestructuras o están hipotecando nuestro futuro? En EEUU está sucediendo un proceso similar al español, acelerado por la propia campaña electoral, momento muy apropiado para las promesas de grandes inversiones. En el blog de CEOs for Cities (A Differentiated View of Infrastructure) han lanzado la señal de alarma sobre las presiones que la próxima administración norteamericana está teniendo para que desarrolle infraestructuras como parte de su plan de recuperación económica. En EEUU se habla con intensidad de carreteras y puentes, pero se son más escasos los análisis críticos sobre la necesidad y oportunidad de este tipo de inversiones ni sobre el tipo de infraestructuras son realmente necesarias y positivas. Así, los grupos de presión (en gran medida dependientes de las grandes constructoras) defienden las nuevas infraestructuras que son las que generan mayor gasto y por tanto mayores beneficios para los involucrados en su desarrollo. Mientras, la dinámica demográfica y territorial contradice estas necesidades: las crisis energéticas y financieras están provocando el regreso a los centros urbanos y un cierto abandono de las zonas suburbanas, cuya población es especialmente dependiente de las vás de comunicación en su vida diaria. La paradoja está servida: se construyen nuevas vías de comunicación mientras la población regresa a las ciudades; ¿se están creando autopistas que no irán a ninguna parte?
Pero no todos piensan igual en EEUU, por ejemplo un reportaje en New York Magazine reclama de la nueva administración la creación de una nueva Works Projects Administration (Building a New WPA), que fue en los tiempos de Franklin Delano Roosevelt la mayor agencia del New Deal proporcionando empleo a millones de personas y desarrollando obras en prácticamente todas las localidades de EEUU. De hecho, el propio Barack Obama lanzó durante la campaña electoral la propuesta de creación de un National Infrastructure Reinvestment Bank, con un plan de inversiones de 60,000 millones de dólares durante los próximos 10 años. El artículo es una beuna muestra de la escasa coherencia de muchas de estas propuestas dado que mientras denuncia el estado de conservación de muchas de las infraestructuras, defiende las bondades para Nueva York de nuevos proyectos a gran escala como los puentes diseñados por Santiago Calatrava. Progressive reactionary apunta en the infrastructure gap, cont'd. que un plan de este tipo tendría además efectos positivos en los planos simbólico y psicológico. Ya en septiembre (y antes de que la crisis fuese ineludible), este mismo blog defendía la inversión en grandes infraestructuras, The infrastructure gap, al comentar un artículo del crítico de arquitectura del The New York Times Nicolai Ourossoff donde comparaba los Juegos Olímpicos de Pekín y el efecto del Katrina en EEUU. Mientras China había aprovechado el evento para un enorme esfuerzo de desarrollo e infraestructuras en el caso de Nueva Orleans la inversión había sido, comparativamente, mínima desaprovechándose una oportunidad de revitalización económica y recuperación urbana.
Pero frente a estas posturas que proclaman los efectos benéficos de lo que podríamos denominar inversiones indiscriminadas en infraestructuras, lo que parece necesitar urgentemente EEUU es la reparación y restauración de muchas infraestructuras muy utilizadas y que no han recibido el cuidado preciso en las últimas décadas. Como proponen en CEOs for Cities, más allá de los puentes de Calatrava y los intereses de las grandes constructoras, existen otros tipos de infraestructuras esenciales para el nuevo modelo territorial y económico al que parece que nos aproximamos:
Si … nos referimos a reparaciones de carreteras y puentes en las zonas de mayor densidad de nuestra nación, más y mejores conexiones, trenes de alta velocidad, conexiones con aeropuertos que necesitamos para ganar eficiencia, y una red eléctrica que transportará la energía de nueva generación, si tiene sentido.
Regresando a España y, en concreto, a Galicia las últimas noticias empiezan a señalar los efectos perversos de las inversiones indiscriminadas en las que se espera mucho más de la inyección económica que del servicio que podría ofrecer la obra construida. Galicia es una comunidad con un crecimiento demográfico reducido y centrado en las ciudades. El rural se despuebla y las administraciones locales, absolutamente atomizadas y con una coordinación mínima, tienen grandes dificultades para financiar al menos sus gastos mínimos de mantenimiento. Pero, cuando surge una oportunidad de inversión, casi siempre se termina dedicando esos fondos, en su mayor parte originados en la Unión Europea, a la construcción de infraestructuras de todo tipo. La Voz de Galicia dedicaba su portada del domingo 16 de Noviembre a denunciar el futuro (ya presente) de estas inversiones: Medio centenar de obras pagadas con dinero público se pudren sin uso.
Decenas de millones de euros gastados en obras e infraestructuras públicas de todo tipo y por todas las Administraciones se han despilfarrado en Galicia en los últimos años tras costearse proyectos que apenas tuvieron más uso que el acto con el que se declararon oficialmente terminadas el día de su inauguración. El caso del abandono y estado de ruina que sufre el Centro de Interpretación de la Naturaleza de O Porriño, desvelado el pasado domingo por La Voz, no es más que uno de los 42 ejemplos encontrados por este periódico de proyectos sin uso o no desarrollados y pensados únicamente en clave electoralista.
Piscinas con costes de mantenimiento que superan los presupuestos de los ayuntamientos que las gestionan; edificios para centros públicos que nunca han contado con objetivos, programación ni fuentes de financiación; vías de comunicación que llegan a lugares donde la población está ya en trance de desaparición … en resumen, autopistas a ninguna parte que en el futuro serán abandonadas o deberán ser destruidas para evitar los costes de un mantenimiento inútil. Además, el caso gallego es especialmente preocupante por que, como de nuevo apuntaba La Voz de Galicia pocos días después, la Unión Europea parece que va a empezar a reclamar ya los fondos que se dedicaron a obras que no han llegado a utilizarse nunca: Bruselas reclama la subvención dada a O Porriño para su aula de naturaleza.
Por tanto, no parece una buena idea cifrar nuestra recuperación económica ni nuestro futuro en la inversión pública en infraestructuras, y menos si ésta es indiscriminada y no se adapta a la realidad social y territorial donde vivimos. Podríamos dar al menos 5 argumentos:
- es dudoso (o al menos merecería mayor debate) que los grandes planes de inversión pública reviertan el signo de una crisis como la que vivimos;ç
- si estos planes lograsen reducir o eliminar la crisis, aún así provocarán el mantenimiento de un modelo económico que los mismos que ahora lo quieren sostener lo definìan hasta hace pocos meses como insostenible;
- no todas las infraestructuras ni todas las inversiones son iguales y mientras que para las necesidades de nuestras sociedades parece más urgente la restauración y mantenimiento, políticos y grupos de presión suelen apostar por las nuevas obras que proporcionan mayores beneficios en el corto plazo;
- los cambios demográficos y territoriales hacen aún más inútiles muchas de estas grandes infraestructuras que aún así se construirán hipotecando aún más un futuro que a día de hoy aparece incierto; y
- se diseñan infraestructuras pensando en la "oferta actual" (esto es, el modelo de negocio de las empresas que se quiere sostener) y no las necesidades de la población, y así por ejemplo se siguen construyendo más y más carreteras mientras no se mejoran los medios de transporte públicos ni la intermodalidad.
Inevitablemente este post me ha recordado uno de hace un par de años donde referenciabas un texto de un artículo de Fernando González Macías en La Opinión de A Coruña: «…ya nadie en sus sanos cabales discute que las infraestructuras de asfalto, acero y hormigón, por sí solas, no generan riqueza, y por más que se mejoren las comunicaciones con la Meseta nunca conseguirán conjurar nuestra condición periférica si, como hasta ahora, seguimos considerando a Madrid el ombligo de la prosperidad ibérica.”
Conviene releerlo para constatar su vigencia.
Las politicas Keyenesianas, deben de ser consideradas como un balon de oxigeno, como medidas temporales a corto plazo, no deben ser consideradas soluciones economicas, el problema clave es que el modelo de crecimiento economico basado en inyeccion de dinero barato por los bancos centrales, crea una euforia economica, un boum economico, donde empresas y particulares se acaban endeudando y apalancando financieramente por encima de sus posibilidades, se crea mas inflacion y acaba en recesion mundial (argumento de Hayek-Mises)
¿Debemos considerar esta crisis como una crisis diferente? ¿es una crisis que requiren nuevas recetas?.
Tenemos que considerar 5 escenarios
1.Planes de estimulo funcionen
2.Planes de estimulo no funcionen
3.Protecionismo
4.Depresión mundial
5.¿ New crisis?