Esta semana se celebra en el Palacio de la Magdalena en Santander el Seminario «Lo próximo, lo necesario. Un reto permanente: Lugares contemporáneos de convivencia» co-organizado por la XI BIenal Española de Arquitectura y Urbanismo y la Universidad Internacional Menendez Pelayo (UIMP). Dentro de este seminario se organizan una serie de debates (en mi caso participaré en el del martes 19 de julio) en los que se pretende una «búsqueda de claves para afrontar en los próximos años el reto de recuperar el protagonismo del espacio público, hoy olvidado, como el lugar de convivencia que ha permitido a la humanidad desarrollarse con plenitud».
Esta es la presentación del curso que hacen sus directores Jerónimo Junquera y Enric Serra:
El curso aborda … la identificación de los principios en que se funda, o debiera fundarse, el espacio urbano contemporáneo. Espacio vacío, contenedor de lo público y generador de las transiciones con lo edificado. Reemprenderemos la discusión de los procesos de pensamiento, diseño y proyecto relacionados con todo aquello que no es estrictamente “edificación”, “arquitectura” o “urbanismo” y, sin embargo, constituye dicho espacio. Finalmente, valoraremos las situaciones que se ofrecen al ciudadano cuando estos espacios activan la convivencia y los modos de relación pública cualificada. Entre lo edificado y lo no edificado persiste una frontera compleja que los separa. Lugares sin nombre, tránsito de lo público a lo privado y viceversa, plenos de matices, graduales, semipúblicos o de acceso controlado. Espacio entre el rostro y la máscara, intermedio en el que se produce la vida colectiva.
¿Cómo encontrar un lugar en el espacio? La sutil cuestión formulada por Joseph Rykwert sugiere una rica miscelánea de asuntos imprescindibles para todos aquellos que interpretamos la ciudad como un artefacto consecuencia de actos y construcciones voluntarias. Corresponde a los arquitectos y urbanistas una cuota de responsabilidad notable en la tarea colectiva de construir la ciudad. Su cometido es el de dar “forma” a un contexto urbano funcionalmente eficiente y bello. Su “arte” consiste en manejar y dominar los significados de esta forma para que los ciudadanos puedan recuperar e interpretar buena parte de los resortes y valores que han vertido en sus proyectos…
Todo ello sin ignorar que la ciudad es hoy en día un rompecabezas inconexo que se produce por fragmentos y a saltos tantas veces impredecibles, con un sentido de comunidad decreciente, pero asimismo con la voluntad de considerar que las grandes “fuerzas” económicas/históricas, aparentemente impersonales, siempre han sido el resultado de elecciones efectuadas por individuos singulares (políticos, empresarios, ingenieros, arquitectos, urbanistas…)
Para los debates nos han pedido a los participantes una serie de ideas sobre claves para la recuperación del espacio público. Estas son mis propuestas:
1. Recuperar la densidad y diversidad en las ciudades; recuperar el modelo de ciudades compactas con mezcla de usos en todas las escalas espaciales. Los espacios públicos necesitan una masa crítica de uso y diversidad para resultar atractivos para la ciudadanía y que sean capaces de generar procesos creativos.
2. Facilitar la movilidad ciudadana dado que aumenta la densidad y diversidad efectivas al incrementar las probabilidades de encuentro, además de mejorar la calidad de vida de las personas.
3. Rediseñar los espacios públicos (entendidos aquí en sentido arquitectónico) para el encuentro y la convivencia y no para el flujo. Por tanto las mejoras en movilidad no deben hacerse en detrimento de los usos verdaderamente comunes de los espacios públicos.
4. Desarrollar tecnologías sociales (tanto infraestructuras como plataformas para la producción de conocimiento y organizaciones ciudadanas autónomas capaces de acción colectiva) [1], que permitan a los ciudadanos empoderarse y apropiarse de modo efectivo de los espacios públicos (en este caso en un sentido amplio, entendidos como espacios híbridos resultado de la interacción del espacio físico y digital).
5. Desarrollar redes de laboratorios ciudadanos [2], donde se facilite el desarrollo de proyectos colaborativos que aborden los problemas y oportunidades locales.
6. Impulsar iniciativas de datos abiertos, al menos utilizando todos aquellos generados con financiación pública, sobre todo tipo de cuestiones que afectan a las ciudades. Promover la reutilización de estos datos por todo tipo de agentes (colectivos sociales, investigadores, empresas …) para generar aplicaciones útiles en el control democrático de las instituciones, políticos y gestores, para la mejora de la gestión pública y para desarrollar innovación social, producción cultural y actividad económica.
7. Reinventar la gobernanza urbana: promover procesos «de abajo a arriba» hasta descubrir sus límites; para posteriormente establecer procesos de negociación de la ciudadanía con el poder político y los técnicos y gestores para definir los modelos de gobierno a las escalas de mayor complejidad [3].
[1] ¿Qué son tecnologías sociales?
Son sociales todo tipo de tecnologías (infraestructuras, hardware, software, servicios web) susceptibles de ser utilizadas para el empoderamiento y coordinación ciudadano, y especialmente para el desarrollo autónomo de proyectos colaborativos. Estas tecnologías son diseñadas de un modo abierto para maximizar las probabilidades de apropiación ciudadana que permita su reconfiguración y remezcla con usos diferentes a los ideados inicialmente por sus creadores. Por tanto una tecnología se convierte en social cuando existen comunidades de usuarios que las incorporan a sus prácticas cotidianas y les dan usos innovadores. Pero al tiempo, podemos extender el concepto de tecnología social para incorporar nuevas prácticas y nuevas formas de producción que generan una nueva economía …
[2] ¿Qué son los laboratorios ciudadanos?
… laboratorios ciudadanos como plataformas que faciliten la innovación social. Estos laboratorios serían, y ya lo son en muchos casos, pequeños espacios distribuidos por el territorio; centros hiperlocales en el sentido de permitir el trabajo a pequeña escala pero dentro de redes globales gracias a la tecnología digital. Estos laboratorios desarrollan un programa abierto adaptado a los intereses y necesidades locales para los que aportan recursos materiales, intelectuales y organizativos. Por tanto podríamos definirlos como espacios de colaboración entre ciudadanía, agentes culturales, científicos y tecnólogos, y entre profesionales y amateurs. Y al tiempo serían mediatecas vivas donde se documenta en continuo toda su actividad y creaciones y que trabajan en red para crear bases de conocimiento abierto.
¿Cómo desplegar una red de laboratorios ciudadanos realmente operativa? La crisis en que vivimos limita la posibilidad de nuevas inversiones lo cual, lejos de ser un problema, puede convertirse en una oportunidad. Estos laboratorios ciudadanos son, por su propia filosofía, de bajo coste (especialmente cuando lo comparamos con el coste de las infraestructuras culturales convencionales) y deberían basarse en una utilización eficiente de los recursos existentes mediante el reciclaje y la reutilización tomados en un sentido muy amplio …
… desarrollar infraestructuras y organizaciones ciudadanas que sean capaces de llegar tan lejos como sea posible y solo una vez alcanzados estos posibles límites explorar en que escalas de complejidad es necesario discutir, negociar y, en último término, diseñar sistemas de gobernanza que incorporen a la ciudadanía y sus organizaciones por una parte y a los políticos, gestores e instituciones públicas por otra.
Juan, interesante resumen.
En relación el último punto, Gobernanza Democráctica o Urbana, se me ha aceptado un paper en Berlin con esta temática. Seguimos hablando. Un saludo.
Dr. Igor Calzada, Ph.D.