40 años de desconfianza y conservadurismo: 1968, París y California. 2008, Galicia

Hay algo que no acabo de entender de la actitud de muchos gallegos y, especialmente, de gran parte de sus “élites políticas e intelectuales”. Algo que solo se puede leer entre líneas en sus intervenciones públicas pero que se hace mucho más evidente cuando conversan con la tranquilidad que da la privacidad. Supongo que existirá una explicación histórica y que responderá a un proceso de selección (¿positiva o negativa?): solo los que hayan desarrollado este tipo de actitudes habrán alcanzado a convertirse en parte de esas élites.

Por una parte, existe una desconfianza absoluta hacia la capacidad de acción autónoma y responsable de la ciudadanía. Esta desconfianza cruza todas las ideologías; las mayoría de las élites siguen profesando las ideologías del siglo XX, algunos mantienen la fe, otros adoptan una posición cínica. Cuando algún ingenuo deja caer cualquier mínima mención a que podría no ser necesario contar con “un gran plan” (o un gran relato) para resolver un problema y que sería mucho más rápido, eficiente y positivo permitir que los ciudadanos, bajo unas reglas de juego claras, decidan y construyan su futuro, se topa con un rechazo frontal. Normalmente no se considera ni tan siquiera necesario explicar las razones del rechazo, pero cuando se dan tratan de demostrar lo simplista que es el ingenuo al confiar de ese modo en la gente. La “historia” (que esas mismas élites han escrito) demuestra que no se puede confiar.

Por otra parte, estas élites declaran confiar, necesitar o incluso promocionar la participación ciudadana. No se trata de permitirles que tomen decisiones, solo que refrenden los planes estratégicos previamente elaborados, si acaso introduciendo modificaciones tácticas y comésticas. Pero cuando identifican tienen que identificar a esta ciudadanía a la que quieren dar voz, equiparan a las redes sociales con los viejos sindicatos o las burocratizadas asociaciones de vecinos. Ni reconocen a las nuevas organizaciones ni mucho menos entienden que buena parte de la acción colectiva se desarrolla ya totalmente al margen de las organizaciones formales y convencionales (aquellas que llevan ya muchos años al servicio de partidos y de políticos en los gobiernos).

Dos lecturas, una reciente (pero sobre el ya antiguo Mayo del 68) y otra ya antigua (pero sobre la siempre actual “ideología californiana”), me recordaron lo que comentaba más arriba y me ayudaron a recordar que la desconfianza y el conservadurismo están lejos de ser patrimonio de los gallegos. Juan Pedro Quiñonero nos narra el Mayo 68 visto por Cohn-Bendit (un artículo publicado en ABC el pasado 26 de Abril). Daniel Cohn-Bendit ha explicado su visión de lo sucedido hace ya 40 años y de sus consecuencias para Europa en su reciente libro Forget 68. Este líder social y político, poco sospechoso de pro-americano, explica como ya hace 40 años los estudiantes, inspirados por la “ideología californiana” y no por el represivo ambiente europeo, se rebelaron contra la desconfianza vestida de autoritarismo y el conservadurismo. Poco después, otros autoritarios y conservadores, situados en el otro extremo ideológico, se acabaron por apropiar de lo sucedido: 

A corto plazo, continúa Dany, comunistas y gaullistas, el PCF y el general De Gaulle, enterraron Mayo en la tumba de una negociación salarial. A medio y largo plazo, Mayo había enterrado esas dos mordazas tradicionalistas del conservadurismo de Estado francés, a través de un estallido estudiantil cuyas raíces eran menos parisinas que californianas, menos comunistas que anarquistas, menos subversivas que liberales, menos económicas que culturales, menos políticas que anti estatales, menos sindicales que autónomas, sencillamente hostiles al pensamiento conservador de izquierdas y derechas, en oposición al pensamiento libertario – liberal, estableciendo un paralelismo entre quienes imponer por la fuerza armada la paz y las ideas. A su modo de ver, Bush puso en práctica, en Irak, la legendaria tesis de Mao: “La paz está en la punta de un fusil”. Fórmula revolucionaria, para quienes creen posible exportar la paz y la democracia a través de un cuerpo de ejército, en la gran tradición del Ejército Rojo de Trotsky.

El Hypermedia Research Centre de la, por supuesto europea, Westminster University publicó en 1995 un debate sobre la “ideología californiana” o, desde el`punto de vista de sus promotores, “a critique of West Coast cyber-libertarianism”. Para entender el empecinamiento europeo en ocuparse de los males norteamericanos y, de paso, olvidar los propios es imprescindible la lectura de la respuesta de alguien al que los europeos designarían como prototipo de esta ideología. Louis Rossetto, fundador de la revista Wired y ahora emprendedor en la industria del chocolate, no dejó títere con cabeza criticando la hipocresía europea y, de paso y sin hacer demasiados esfuerzos pedagógicos (y menos amigos), explicando las razones profundas del éxito californiano (y de la envidia europea). Estos son algunos párrafos clave aunque es recomendable la lectura completa (es importante recordar que está escrito hace ya más de 10 años):

A seeming understanding of the Digital Revolution’s crucial left-right fusion of free minds and free markets, followed by a totally out-to-lunch excursion into discussions of the role of the government, racism, and the ecology in California, ending with a startling admission of the need to marry "some of the entrepeneurial zeal and can-do attitude" of California to a uniquely European (but not even vaguely defined) mixed economy solution – all of it betraying an atavistic attachment to statism, and an utterly dismal failure to comprehend the possibilities of a future radically different than the one we currently inhabit, one that is actually democratic, meritocratic, decentralized, libertarian

A descent into the kind of completely stupid comments on race in America that only smug Europeans can even attempt. (Any country which prohibits its own passport holders from residing within its borders, or any people who are currently allowing genocidal war to be waged in their own back yard after the stupefying genocide of WWII, shouldn’t be lecturing Americans about anything having to do with race, much less events which occurred 200 years ago.) …

The utterly laughable Marxist/Fabian kneejerk that there is such a thing as the info-haves and have-nots – this is equivalent to a 1948 Mute whining that there were TV-haves and have-nots because television penetration had yet to become universal, the logical conclusion being that, of course, the state had to step in and create television entitlements. This whole line of thinking displays a profound ignorance of how technology actually diffuses through society…

A profound ignorance of economics. The engine of development of the Digital Revolution was not state planning, whether you call that an industrial policy or a defense policy. It was free capital markets and venture funds which channelled savings to thousands upon thousands of companies, enabling them to start, and the successful to thrive. Contrast this with the sorry history of European technology development, where huge plutocratic organizations like Siemens and Philips conspired with bungling bureaucratcies to hoover up taxes collected by local and Euro-wide state institutions and shovel them into mammoth technology projects which have proven to be, almost without exception, disasters. The true measure of the failure of European (in other words, statist) direction of technology can be measured by the fact that in ten years, during the biggest technology boom the planet has ever witnessed, Europe has gone from a net exporter of technology, to a net importer.

Let’s get real here: High European taxes which have restricted spending on technology and hence retarded its development; state telco monopolies which have kept prices high and service bad, again impeding networking in business and the home; state-directed technology investment, which has resulted in the monopolization of risk capital, uniformly bad technology policy, and the squandering of resources and opportunities; social welfare policies which reward parasitical living rather than risk-taking; a truly attavistic, sick attachment to the compulsion and non-meritocratic elitism of statism as a way of life; and a kneejerk disdain for truly radical social and political thought which falls outside Euro PC dogma (read failed Marxist/Fabian) – have all retarded and will continue to retard Europeans; if the US and Asian countries had conspired to insure Europe continued to cede export markets, they could not have come up with a better stategy that the one you advocate: continued statist meddling).

Meanwhile, it’s Europeans who are discussing ‘California Ideology’, not Californians who are discussing ‘European Ideology’. And not because some clatch of bureaucrats in Strasbourg or Luxembourg have issued yet another directive. Because Europeans are recognizing that 19th century nostrums are not solutions to 21st century problems – on the contrary, they are the problem – and it’s time to encourage competition, risk taking, democracy and meritocracy, and dare I say it, dreaming about a different, better future.

3 comentarios

  1. Muy buen post!
    Viviendo en Alemania me doy mucha más cuenta de lo que cuenta el tipo de Wired, sobre todo en lo referente al estado de bienestar, tratando con casos de europeos con el síndrome del eterno estudiante y casos similares.
    En cuanto a la mentalidad gallega, lo has dicho todo, toda la vida soportando ese tipo de discurso de mi progenitor. Lo realmente difícil de todo esto es cuando te descubres a ráfagas pensando de ese modo, y tienes que sacudirte la cabeza para quitarte esas ideas, o cuando ves que en algunos amigos de tu generación han conseguido calar semejantes directrices.
    Un saludo

  2. Creo que parte de la explicación es la persistencia de redes clientelares tradicionales en Galicia, que hacen que no se perciba una verdadera autonomía política de muchos ciudadanos. A mi siempre me ha sorprendido la gran fragmentación de intereses que existe y la poca capacidad de aunar a la ciudadanía en proyectos modernizadores colectivos. Un panorama algo desesperante, desde mi punto de vista.

  3. Creo que esta es una cuestión universal, no solo de los gallegos: La hipocresía del discurso sobre la participación ciudadana. Yo creo que el tránsito desde la democracia representativa en que vivimos hacia la participativa en la que podamos decidir sobre cada vez más cuestiones es una guerra que requiere muchos esfuerzos. Y los más importantes tienen que ver con el desenmascaramiento de tanto lenguaje progresista de los dirigentes que se han apropiado de los escenarios y que realmente oculta estrategias desmovilizadoras para seguir conservando el poder. Aquí en Canarias hay una frase reciente de nuestro presidente que me encanta: «Más talento y menos cemento». Eso dicho en una época que se ha caracterizado por la mayor devastación constructiva que ha experimentado este archipiélago.

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