Sao Paulo, publicidad y espacios públicos: las preguntas incómodas

En mi blog en ADN.es, Ciudades enrededadas, publiqué hace unos días un comentario sobre el radical experimento que supone que la principal ciudad brasileña, la cuarta mundial y el que algunos proponen como modelo distópico de hiperciudad del siglo XXI prohiba todo tipo de publicidad en sus espacios públicos.

Las fotografías de Tony de Marco en su serie São Paulo No Logo nos muestran el paradójicamente inhóspito aspecto de la ciudad desnuda. Este video narra la historia combinando imágenes del antes y el después y las opiniones de los principales actores de esta iniciativa:

Mientras algunos consideran el experimento Sao Paulo como una ocurrencia de sus políticos, otros celebran que al fin se elimine una forma de tiranía propia de la ciudad espectáculo, pero el antes y el después de Sao Paulo nos obliga a una reflexión incómoda. ¿Qué significa la publicidad en nuestras ciudades? ¿es una incómoda consecuencia de nuestro bienestar? ¿la causa de muchos de nuestros males? o ¿una parte imprescindible de nuestra realidad social, económica y cultural? ¿Nos incomoda la exuberancia publicitaria o nos angustia su ausencia?

…si esta medida humaniza realmente la ciudad o la hace más inhóspita. Una cuestión muy relevante, y no solo para el caso brasileño, dado que el caso de Sao Paulo ha sido tomado como ejemplo, y casi como bandera, por todo tipo de activistas urbanos que defienden la desaparición del márketing de los espacios públicos. Pero las fotografías de Tony de Marco, que psoiblemente nos dan solo una visión parcial dado que enfocan de abajo a arriba y no reflejan a las personas y vehículos que circulan por las calles,  producen otra sensación: una ciudad vacía, casi espectral. Como apunta Hooper, puede que esta impresión sea sólo debida a que aún está pendiente la eliminación de las vallas y soportes ya vacíos lo que produce esa apariencia de “zona de guerra”. De hecho, el alcalde conservador ha recibido críticas al aplicar una medida que sólo tiene referencias en otras ciudades, como Beijing, gobernadas por regímenes comunistas. Pero, mientras, la mayor parte de sus vecinos se alegran de la medida. Un efecto secundario sorprendente ha sido el descubrimiento de ciertas partes de la ciudad, como algunas favelas, o elementos urbanos, como edificios antiguos, que se encointraban antes ocultos detrás de los grandes carteles publicitarios.

 

Un comentario

  1. A tu pregunta «¿Qué significa la publicidad en nuestras ciudades?» creo que habría que hacer una distinción previa sobre quién se embolsa los ingresos por publicidad. Si es una comunidad de vecinos que presta una de sus paredes o la azotea a una marca, o bien es el consistorio que, p.ej. al restaurar una fachada de un edificio público aprovecha para sufragar gastos poniendo publicidad en la lona.
    En los dos casos, se trata de un claro ejemplo de externalidades (negativas, a mi entender) para el ciudadano. Con una diferencia: si cobra el ayuntamiento, al menos esas externalidades tienen una compensación para todos los contribuyentes.

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