¿Podemos los ciudadanos abandonar la política y la educación?

Política y educación parecen dos casos perdidos en nuestra sociedad, al menos en el caso español. Es evidente, y es uno de los raros consensos que podemos observar, como la calidad de nuestras instituciones políticas y educativas y de sus principales agentes se reduce de modo continuo. Existe consenso sobre el problema, pero por supuesto no sobre sus causas ni sobre sus posibles soluciones. Esta lógica ausencia de acuerdo, reflejo de la diversidad social, nunca se ha afrontado de modo efectivo para generar un debate público constructivo. Por el contrario, estas crisis y conflictos han provocado dos preocupantes derivas. Los políticos profesionales utilizan hasta el hastío estos problemas para lograr sus objetivos más cortoplacistas y particulares. No se percibe el más mínimo interés por alcanzar soluciones efectivas. Puede que, en todo caso, esto no esconda más que la ausencia de capacidad para afrontar estos problemas. Lo único que se percibe es el uso oportunista para tratar de destruir al adversario y perpetuarse en el poder.

Pero los ciudadanos abandonamos también toda esperanza de solución. Hastiados de los rituales estériles de la lucha partidista, preferimos descartar cualquier posibilidad de mejora. De este modo, asumimos a nuestros políticos y gobernantes como un mal menor, pero que cada día aumenta su importancia. Al tiempo acudimos al ámbito privado y a los espacios públicos y las redes sociales ajenos a las instituciones educativas como únicas vías en que podemos alcanzar una educación real.

Nuestra única esperanza es que la sociedad sea capaz de vivir a pesar de sus instituciones y desarrolle sus propias estrategias de convivencia, progreso y educación. Pero, ¿hasta que punto es posible "sobrevivir" en esta situación? Miremos a nuestro alrededor. Italia vivió por muchas décadas una situación con elementos comunes, pero al final la sociedad acabó perdiendo su resilencia, su capacidad de respuesta autónoma. La reciente historia de EEUU muestra algunos elementos similares. En este último caso parece que la sociedad han sido capaz de empezar a articular una respuesta cívica y política que nos sorprende y nos hace mantener cierta esperanza … al menos en su futuro, que no en el nuestro.

No tengo soluciones, solo preguntas y preocupación. Política y educación son posiblemente las principales líneas de actuación pública en la sociedad contemporánea. Y precisamente, son la política y la educación las que mayor degradación han sufrido hasta provocar el abandono por parte de la sociedad. Necesitamos acciones políticas y representantes políticos que sepan pasar del paternalismo de las intervenciones propias de otras décadas a una política que empodere realmente a los ciudadanos y apoye la creación de condiciones para un desarrollo real y autónomo. Siendo pragmáticos, el debate principal no es más o menos estado (los que están en este debate, por otra parte, se han diferenciado muy poco cuando han tenido oportunidad de gobernar), es sobre todo qué estado necesitamos.

En una sociedad cada vez más compleja y diversa, la educación, por su parte, es la principal herramienta de construcción de una ciudadanía con los valores necesarios para el siglo XXI: libertad, autonomía, colaboración, tolerancia, innovación, creatividad, … Pero nuestro sistema educativo sigo anclado en modelos decimonónicos y en debates del siglo pasado. Mientras, pasa el tiempo y siguen formándose nuevas generaciones con actitudes que reflejan algunos valores que no permiten ya una adaptación exitosa a las exigencias de la sociedad contemporánea: dependencia, paternalismo, competencia, intolerancia, conservadurismo (por cierto, transversal a la ideologías partidistas), …

Por supuesto existen muchos que tratan de aprovechar momentos de crisis como el actual para reclamar que no es ni la política ni la educación lo que falla. Según esta perspectiva es la sociedad la que falla y la que deberíamos cambiar para acomodarla a un modelo propio de otros tiempos. Pero estos mismos, responsables de los problemas que comentaba antes, serán incapaces de esta marcha atrás. Primero, por su propia incapacidad para gobernar de modo efectivo. Segundo, por que vivimos en una sociedad global y abierta y otros muchos países y sociedades van a seguir el camino de la modernidad obligándonos, por pura supervivencia, a salir de nuestra obsolescencia. Pero, aunque no es probable que regresemos al pasado, es otro reto totalmente distinto el que seamos capaces de alcanzar un futuro que llevamos años dejando pasar delante de nosotros sin subirnos a él. ¿Cómo pasar de la preocupación a la acción desde la ciudadanía?

6 comentarios

  1. Siendo optimistas, me gustaría pensar que parte del problema acabara cuando la generación anteriormente integrada en el franquismo y lo que lucharon contra el se empiece a jubilar y a criar malvas…La situación a cambiado pero ahora se sienten mas presionados que nunca, creo que dentro de tu generación y de la mía (ahora con 20 a 30) gente muy preparada o no (no es mi caso 😉 ) que han sabido subirse al hilo de los tiempos están empezando a demandar que las estructuras funcionen de otra manera, la evidencia es tan alarmante que como decía antes sufrimos los últimos coletazos de los que se resisten al dialogo y a bajarse del carro (asunto canon es un ejemplo).
    En fin..ya veremos!! Saludos!!

  2. José Miguel Couceiro

    Es interesante afrontar el problema en búsqueda de soluciones y no como mero análisis. No desde una perspectiva catastrofista, que es a la que más estamos acostumbrados, y a aquello del «no hay nada que hacer». A esta última frase en una ocasión Manolo Gallego Jorreto contestó «¡¿cómo que no hay nada que hacer?! ¡Pero si está todo por hacer!». Efectivamente aquí todo está por hacer en muchos aspectos, pero todo se engloba, como dices, en política y educación. El desaliento y el abandono cada vez se extiende más y los individuos se dan por vencidos ante ese consenso conformista del que hablas y que separa clara e irremediablemente al individuo de la sociedad en la que vive. De ahí la dejadez en la búsqueda de soluciones y en la exigencia política y el análisis no solvente, que por otro lado es comprensible.

  3. ¿Podemos los ciudadanos abandonar la política y la educación?
    Sí 🙂

  4. ¿Podemos los ciudadanos abandonar la política y la educación?
    Si, pero no debemos, colaboraríamos a deteriorar aún más el futuro de nuestra propia gente, los que nos siguen. Me parece que no es de racional que un padre empeore las condiciones para sus hijos.
    En gran medida coincido con lo planteado, también con que «es interesante afrontar el problema en búsqueda de soluciones y no como mero análisis», como lo ha dicho uno de los comentaristas. La compleja situación en que nos encontramos merece participación en acciones que apunten a modificar las condiciones y tener como resultado una mejor sociedad.
    Muy bueno el blog.
    Saludos Santiagueños.

  5. Rtorre es tu firma? Bueno, agradecidísimo por lo de que ya es hora, para solucionar estos problemas, de que la generación que se integró y (lo que a mí más me atañe) «lo(s, supongo) que lucharon contra el (él, con tilde, supongo) se empiece a jubilar y a criar malvas…». Estoy deseando jubilarme, te lo aseguro, pero el franquismo no me permitió empezar a trabajar hasta muy tarde, de tal manera que mis años de cotización van a ser escasos aunque me jubile a la edad máxima. Lo que no me gustaría es empezar a criar malvas así como así, sin ver frutos de nuevas generaciones como la tuya; sólo que, con lo que dices, prefiero considerar que eres una de las pocas simientes muy poco prometedoras de madurez de las de la generación que citas; conozco a otras gentes de esa edad que serían incapaces de decir algo como lo que tú dices, y creo que en algo he contribuido personalmente a que tengan una visión mucho más selectiva y equilibrada. En fin, el mundo que promete una mentalidad como la que revelas, me da francamente (tómalo, lo de ‘francamente’, en todas sus posibilidades interpretativas) miedo. A lo mejor sí, tienes razón, y sería mejor irme a criar malvas antes de verlo hacerse realidad.

  6. LA AUTORIDAD POLITICA
    La autoridad política de una nación toma su legalidad por dos vertientes básicas: 1) la sucesión monárquica (Monarquía), y 2) la elección por el pueblo (Repúblicas y Partito-cracias). Existe otro modo sangriento de conseguir el poder en la misma o en otra nación: el golpe militar o la invasión y conquista militar. En estos casos la acción de guerra se descalifica a sí misma, salvo en contadas excepciones. Sea cual fuere la consecución del poder legítimo, para que reine el bienestar, la prosperidad y la Justicia en sus respectivos países, un Jefe de Estado debería reunir siete condiciones fundamentales:
    1) Ser persona de integridad ética y moral. 2) Honesto y sincero. 3) Sentido de la Justicia. 4) Firme en sus decisiones. 5) Escuchar las ideas, proyectos, críticas y opiniones de la sociedad. 6) Amparar la libertad igualitaria y ejercer la imparcialidad. y 7) Proteger y amparar a los más desfavorecidos.
    1) Ser persona de integridad ética y moral: Todo creyente sabe que la autoridad emana de Dios, siempre y cuando esa autoridad sea utilizada para preservar la Verdad, la Justicia y la Paz. En caso contrario la autoridad conseguida mediante la violencia, la manipulación, la sangre, la traición o el engaño, no viene de Dios. ¿Por qué es preciso que un gobernante sea una persona íntegra? La ética y la moral son conceptos asociados a las religiones y son el fundamento de toda actividad política y social. Cuando un gobernante no es persona de fe, cae en la tentación de manipular la ética y la moral para acomodarlas a su antojo. Por tanto, sin los valores consustanciales de la ética y la moral, la estructura social acaba desmoronándose de forma paulatina pero constante. Y para ejemplos basta con mirar a la Historia lejana y reciente.
    2) Honesto y sincero: La honestidad y la sinceridad deben formar parte en el estandarte de todo buen gobernante. Cuando los propios gobernantes inflingen o pasan por alto estos valores, su actitud trasciende a la sociedad produciéndose en ésta el mimetismo con la clase política, con la consiguiente desaparición social de estos valores humanos. Las consecuencias de tan nefasto proceder de los gobernantes ya las conocemos: en una sociedad enseñada y acostumbrada a la corrupción, la honestidad y la sinceridad son consideradas como una rareza o una tara: el loco es el cuerdo y el sensato es el demente. Un gobernante que se precie debe mostrarse sincero con la sociedad. A una sociedad no se la gobierna con mentiras y ocultando la realidad económica, política o social: es una pérdida del respeto. La sociedad se compone de personas de todo tipo, color y condición que captan de inmediato cuando se les considera y respeta trasmitiéndoles la verdad y cuando se les intenta confundir ocultando la realidad.
    3) Sentido de la Justicia: Tener sentido de lo justo es una virtud que ennoblece a los gobernantes. Pero para desarrollar este sentido fundamental los gobernantes deben disponer de bagaje y experiencia sobre su alcance y significado. Todas las leyes deberían pasar por el tamiz de la ética y de la moral antes de ser autorizadas por los gobernantes de cada nación. Si la Justicia se establece en base a las proposiciones de ley en cuyo debate participan intereses mezclados y opuestos, la ley acaba distorsionando a la Justicia. La Justicia, real y verdadera, no puede estar sujeta a la unificación de intereses opuestos. Si aplicar Justicia es lo blanco, ¿qué Justicia aplican cuando han unificado los intereses del blanco, del rojo y del azul? Ninguna. Con este sistema se han convergido los intereses opuestos pero a costa de perjudicar la justicia social: ni el criminal es castigado de forma equitativa al daño producido, ni la víctima se ve compensada con la condena impuesta a su agresor. No se trata de que la Justicia favorezca al pobre ante un delito menor, pero si que debería considerar en sus juicios el estado de necesidad. Al contrario, la Justicia debería considerar las actuaciones delictivas de los poderosos: la ley debería aplicarse con más dureza a los delincuentes o criminales que, disponiendo de una economía considerable, utilizan su poder para aumentar sus beneficios de forma ilícita.
    4) Seguridad y firmeza en sus decisiones: Un gobernante debería ser firme en sus decisiones meditadas y no dejarse manipular por los diversos poderes que intentan presionarle. Si así ocurriese el poder no sería ostentado por el gobierno, sino por los poderes fácticos. Y meditar las decisiones significa que se ajusten al bien común y no al bien partidista o de un colectivo. Todas las medidas y decisiones deben ajustarse a los principios humanos de la ética y de la moral. Y toda ley que intente romper estos valores deben ser rechazadas. La función de un gobierno firme no resulta nada grata: una medida política puede resultar beneficiosa para unos y ser criticada por otros que ven mermado su insaciable sed de poder y avaricia. Pero esta condición de firmeza no debe confundirse con un gobierno dictatorial de signo tiránico o violento, sino todo lo contrario, la ausencia de seguridad y firmeza en un gobernante le convierte en marioneta de todas las presiones a que se ve sometido, olvidando la función responsable de su cargo con la imparcialidad y lo equitativo.
    5) Escuchar las ideas, proyectos, críticas y opiniones de la sociedad: Un gobernante no puede ejercer como tal permaneciendo recluido en un castillo y tomando medidas alejadas de la realidad. El buen gobernante debe permanecer alejado de todo signo de soberbia y de orgullo escuchando las inquietudes de la sociedad. De esta predisposición hacia la sociedad, no solo se produce una proximidad con los gobernados, sino que éstos colaboran aportando más luz sobre las deficiencias sociales, además de aportar ideas nuevas sobre aspectos de alcance económico, laboral y social. Es un síntoma de soberbia y una falta de respeto rechazar o despreciar la voz de los ciudadanos. El gobierno que así actúa está desperdiciando el potencial y la creatividad que subyace en el colectivo social.
    6) Amparar la libertad igualitaria y ejercer la imparcialidad: ¿A qué me refiero con lo de: “libertad igualitaria”? Existe una máxima que dice: “La libertad de uno termina cuando empieza la del otro”. A eso me refiero. Libertad si, pero para todos igual. Cuando la libertad individual se extralimita o sobrepasa, se está estrechando o disminuyendo la libertad del otro. Por tanto la libertad, concepto abanderado por los “progresistas” de forma irresponsable, está sujeta a una limitación temporal y social. Esta condición se relaciona con la condición anterior: libertad de expresión: SÍ, libertad para difamar, calumniar, ultrajar, delinquir, prevaricar, estafar, defraudar,…: NO. Respecto a la imparcialidad en la toma de decisiones, el gobernante no debe flaquear ante las presiones interesadas de los poderosos, ni inclinarse a favor de un asesino, violador o pervertido que pretenda justificar sus actos por su estado de pobreza.
    7) Proteger y amparar a los más desfavorecidos: Las leyes deben contemplar el estado de los más desfavorecidos. Un gobernante debe acercar, y no alejar, las condiciones económicas entre las clases sociales y económicas más opuestas. No estoy diciendo que el empleado deba tener la misma compensación económica que el gerente, estoy diciendo que se debe buscar un equilibrio entre el que nada en la abundancia y el que carece de todo. Y para ello el gobernante debe disponer de leyes que protejan a los más débiles y desafortunados de la sociedad. Resulta inmoral que muchos ciudadanos se vean excluidos del derecho a una vivienda y de un puesto de trabajo. Por eso el gobernante debe acudir a las leyes para incentivar la actividad empresarial productiva y el empleo tomando medidas económicas, laborales y sociales. Y entre sus medidas de carácter social, no debe olvidar al sector de los ancianos. Prestar atención, cuidados y cariño a los mayores, no debe suponer una carga, sino una recompensa: disponer de la compañía y de los sabios consejos de los padres, hasta edades avanzadas, no está al alcance de muchos hijos. Y si la familia no puede cuidar de sus progenitores, es el gobierno quien debe facilitar un alojamiento con los cuidados y atenciones de que son merecedores.
    En resumen: un gobernante debe ser una persona respetuosa con la doctrina de Dios y conocedor del Orden, de la Verdad y de la Justicia Universal.
    Palabras de Nuestro Señor Jesucristo:
    “Creed en Mí y todo se os dará por añadidura”
    Antonio Ruiz Palacín
    Mi blog: cienciafalsa-religion.blogspot.com

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