Los modelos universitarios tradicionales: Nuevas vías para un aprendizaje significativo

Hace poco he publicado con Beatriz Rivela (una de las fundadoras de inViable y parte de la Facultad de Ciencias Administrativas de la Escuela Politécnica Superior, EPN, en Quito, Ecuador) el artículo «Los modelos universitarios tradicionales: Nuevas vías para un aprendizaje significativo», en la Revista Sector-e de la EPN. En este artículo exploramos las posibles vías para la transformación de las universidades tradicionales hacia modelos centrados en el aprendizaje activo y donde la innovación, la creatividad y el emprendimiento sean ejes transversales de la educación y la vinculación social de estas instituciones. Nos basamos en diversos ejemplos y nuestra propia experiencia para terminar con una reflexión y propuestas para poner en marcha un proceso de transformación adaptado a la realidad de Ecuador.

Este es el resumen del artículo:

La intención de este texto no es plantear un marco general de transformación de los sistemas universitarios, ni establecer una hoja de ruta concreta. Partiendo de una breve descripción de los síntomas de la crisis de los modelos tradicionales, nuestra pretensión es esbozar los retos que un modelo universitario debe enfrentar en el siglo XXI y dibujar el panorama de lo que ya está sucediendo en torno a ellos. El cómo transformar la educación se ha convertido en las últimas décadas en eje central de un intenso debate. Las experiencias de innovación educativa han proliferado en todos los rincones del planeta, pero lamentablemente en el ámbito universitario siguen siendo prácticas minoritarias.

Parece evidente que las estrategias que busquen realmente superar los límites de los modelos tradicionales deben buscar objetivos alternativos, que no dependan de grandes inversiones y que promuevan un aprendizaje real y efectivo. Es ahí es donde surgen oportunidades de modelos realmente innovadores.

Finalmente, presentamos algunas ideas que tratan de articular un posicionamiento estratégico en el contexto ecuatoriano, realizando un ejercicio de aterrizaje, que si bien debemos insistir en su carácter preliminar, consideramos que puede contribuir a arrojar un poco de luz sobre el camino a recorrer.

 

A continuación puede consultarse el texto completo (también disponible en la versión original aquí: pdf del artículo completo en Research Gate).

Algunos síntomas de la crisis de los modelos tradicionales

“El mundo entero va a la universidad”. Así titulaba The Economist, de modo un tanto efectista, un reportaje especial, publicado en marzo del pasado año (The Economist, 2015). La población mundial en edad universitaria que va a la universidad ha pasado del 14 al 32% en sólo dos décadas, con un incremento de 5 a 54 en el número de países en los que esta proporción supera el 50%. El subtítulo de la portada (Figura 1) plantea el interrogante de si realmente esta tendencia es rentable en términos de mayor y mejor educación de la población y de impacto económico y social; su lectura es muy recomendable para entender la historia reciente de los sistemas universitarios y el escenario actual.

La respuesta que argumenta The Economist es en cierto modo negativa: aunque existen evidencias empíricas de que un grado universitario mejora las perspectivas de empleo y salario de las personas, el informe pone en cuestión que exista un impacto similar en la sociedad en conjunto.

En este sentido, cabe destacar que la parte de PIB dedicada a la educación superior en los países de la OCDE ha pasado del 1,3 al 1,6% desde el año 2000 y en EEUU alcanza ya el 2,7%. En paralelo, la burbuja de deuda crece imparable en la sociedad norteamericana por los créditos a los que los estudiantes deben recurrir para permitirse estudiar en la universidad. En la Figura 2 podemos apreciar el incremento porcentual en el coste de los libros de texto, exageradamente elevado en relación al incremento medio de los precios de consumo. Sin duda, se trata de una trayectoria claramente insostenible.

En el artículo se citan diversas evidencias que indican que, en realidad, las ventajas competitivas a la hora de alcanzar un empleo que obtienen los graduados universitarios por ir a ciertas universidades no se deben a sus mayores y mejores conocimientos y competencias. Más bien son consecuencia del hecho de que los empleadores se fijan en la institución universitaria donde han estudiado los candidatos como un indicador fiable de la calidad de origen del estudiante. ¿Por qué? Se entiende que las universidades más selectivas son las más caras y que admiten pocos alumnos; por lo tanto, se asume que deben aplicar filtros exigentes para captar solo a los mejores estudiantes. De este modo se crea un círculo vicioso que provoca la perversión de que sea necesario pagar un coste muy elevado solo para “ser seleccionado de una forma muy exigente”.

Otro de los problemas de los sistemas universitarios que se describen en el informe está vinculado directamente a la importancia que se le concede actualmente a los rankings. El informe revisa en detalle la historia de los rankings universitarios e identifica como su limitación más relevante el hecho de que se centren en la investigación y/o en los indicadores indirectos de calidad docente (como número de profesores por alumno), midiendo simplemente «inputs» y no «outputs». No existen indicadores fiables y estandarizados a nivel internacional que midan el aprendizaje real de los estudiantes universitarios.

Nuevas experiencias, prácticas y estrategias

Los dos grandes modelos universitarios tradicionales, el europeo y el estadounidense, parecen estar llegando a su límite. Europa ha apostado por la igualdad y su sistema universitario se caracteriza por ser principalmente público, con una calidad similar en las distintas instituciones. En Estados Unidos, sin embargo, el sistema está orientado a lograr la excelencia y cuenta con un grupo reducido de universidades de élite y una inmensa mayoría de universidades consideradas mediocres. Ambos modelos han logrado en cierta medida buenos resultados, pero hoy en día no parecen ser capaces de resolver por sí mismos los retos a los que se enfrenta la educación superior.

¿Y cuáles serían los retos que un modelo universitario debe enfrentar en el siglo XXI?

  • Universalizar la calidad educativa, de modo que toda la población pueda acceder a la mejor calidad educativa y esto se pueda hacer con un coste razonable.
  • Diseñar y promover sistemas y programas flexibles y adaptables de modo que resulte factible: 1) personalizar la educación, estando al servicio de las trayectorias de aprendizaje (continuo) de las personas; y 2) educar para la diversidad y no para la homogenización.
  • Educar para las necesidades de la sociedad contemporánea, es decir, formar ciudadanos y profesionales realmente comprometidos y con las habilidades necesarias.

El cómo transformar la educación se ha convertido en las últimas décadas en la “gran pregunta” y eje central de un intenso debate a nivel internacional. Las experiencias de innovación educativa han proliferado en todos los rincones del planeta, especialmente en el ámbito de la educación primaria y secundaria; sin embargo, en el ámbito universitario estas experiencias continúan siendo muy escasas.

Los métodos que hoy se presentan como “radicales”, en realidad no remiten a nada tan nuevo, si bien es cierto que estas propuestas educativas no han gozado de popularidad en los foros o espacios de discusión en los que se han tomado decisiones sobre los sistemas educativos diseñados para llegar a la mayor parte de la población. Un ejemplo representativo de estas propuestas consolidadas son las bases pedagógicas sobre las que se asienta la experiencia de Sugata Mitra -profesor de Tecnología de Educación en la Escuela de Ciencias de Educación, Comunicación y Lenguaje de la Universidad de Newcastle, Reino Unido- cuya eficacia ha sido ya ampliamente contrastada. El trabajo de Sugata Mitra (Mitra, 2012; Mitra, 2001) ha sido fuente de inspiración de proyectos emblemáticos, como la escuela primaria José Urbina López: en Matamoros, un desolado lugar de México cerca de la frontera con Estados Unidos, en el que la falta de recursos condenaba a los alumnos a un resultado mediocre, el maestro Sergio Juárez apostó por un cambio en sus métodos pedagógicos, situando a los estudiantes en el centro del proceso, fomentando su capacidad de aprendizaje al permitir que exploren e investiguen sus intereses. Fruto de este cambio, la escuela ha conseguido resultados académicos excepcionales, que la han convertido en un foco de atención internacional sobre cómo transformar la educación (Davis, 2013): un método educativo radical puede hacer aflorar una nueva generación de genios.

En el ámbito universitario, aunque existen algunas experiencias interesantes de innovación educativa, lamentablemente siguen siendo prácticas minoritarias; la mayor parte de iniciativas universitarias dirigen sus esfuerzos a tratar de posicionarse y competir con las universidades europeas y norteamericanas, empleando los mismos códigos de indicadores y rankings. En el reciente Congreso Internacional de Innovación Educativa (CIIE, 2015), organizado por el Tecnológico de Monterrey en Ciudad de México en diciembre 2015, se presentaron y debatieron algunas de las experiencias más interesantes en el ámbito universitario a nivel internacional, como Minerva Schools, Mondragon Team Academy, o la Universidad de Tecnología y Diseño de Singapur.

Los valores del software libre y la cultura abierta han impregnado también el universo de la educación. El movimiento conocido como edupunk (Kamenetz, 2010) surge como una respuesta a la irrupción, y cuasi monopolio, de las plataformas propietarias en educación, como un ejercicio de irreverencia hacia las estructuras y prácticas educativas convencionales y conservadoras. Paradójicamente, mientras las corporaciones que defendían un modelo propietario desarrollaban un enorme negocio con las instituciones educativas, el propio modelo iba camino de la obsolescencia ante la emergencia de la cultura digital y de numerosas prácticas de innovación y activismo ciudadanos. Estas nuevas prácticas, más flexibles y fluidas, demostraban que todo se podía hacer con mayor calidad y de forma más inclusiva, eficiente y asequible.

En este escenario que hemos brevemente introducido, parece evidente que las estrategias que busquen realmente superar los límites de los modelos tradicionales deben buscar objetivos alternativos, que no dependan en gran medida de grandes inversiones, que son las que permiten situarse en un tiempo razonable en los rankings internacionales o publicar el máximo número posible de papers en ciertas revistas. Si los objetivos se centran en promover un aprendizaje real y efectivo, surgen oportunidades de modelos realmente innovadores. La clave reside en pasar de un sistema que evoluciona en base a grandes políticas públicas y macro-inversiones a un nuevo modelo en el que los proyectos educativos son más próximos en su modelo de desarrollo a una startup, buscando el valor real que se aporta a los estudiantes y con flexibilidad para poder escalar innovando de modo continuo.

Los nuevos retos de la educación: un borrador de hoja de ruta

El escenario que hemos dibujado sitúa a la educación superior y sus instituciones en una encrucijada que deben abordar si quieren seguir manteniendo su aportación de valor a la sociedad y el estatus de privilegio con el que han contado en los últimos siglos. Esto no es algo específico de la universidad, ha ocurrido en las últimas décadas en sectores tan diversos como los medios de comunicación, la cultura, la política o el transporte público, y es en gran medida una consecuencia de la disrupción tecnológica y el cambio social asociado.

No es nuestra intención en este texto plantear un marco general de transformación ni una hoja de ruta concreta, pero sí esbozar algunos de los retos más urgentes y necesarios y dibujar el panorama de lo que ya está sucediendo en torno a ellos. En todo caso, una posible estrategia de transformación acorde con la incertidumbre y complejidad del mundo actual debería huir de pretensiones de planeamientos a priori para combinar dos enfoques: a) de arriba a abajo, para que los líderes tomen conciencia, identifiquen las palancas del cambio y «abran puertas», haciendo de promotores internos del proyecto global; y b) de abajo a arriba, basado en el despliegue gradual y continuo de experiencias concretas de innovación pedagógica que validen modelos, definan buenas prácticas y permitan diseñar un proceso de escalado.

¿Cuáles serán las competencias profesionales esenciales en 2020?

Existe un consenso amplio en que el sistema educativo debe mover su foco de los contenidos a las habilidades o competencias. La transferencia de conocimiento ya no requiere exclusivamente profesores y aulas; y la capacidad de aplicar el conocimiento es lo que caracteriza un aprendizaje realmente significativo. Por lo tanto, deben identificarse esas competencias clave y definir procesos de aprendizaje activos, que realmente permitan su desarrollo en las personas.

Sin embargo, a pesar de la existencia de un espectro de propuestas pedagógicas alternativas, “la base fundamental del sistema está fatalmente defectuosa”, afirma Linda Darling-Hammond, profesora de educación en Stanford y directora fundadora de la Comisión Nacional Sobre la Enseñanza y el Futuro de América. Las necesidades de conocimientos prácticos han cambiado, pero no ha cambiado la orientación de los procesos educativos ” (Darling-Hammond & Adamson, 2013):

En 1970 los tres conocimientos prácticos más codiciados por las compañías en el Fortune 500 eran: leer, escribir y aritmética. En 1999, eran: trabajar en equipo, resolución de problemas, y habilidades interpersonales. Necesitamos escuelas que desarrollen estas habilidades.

Las organizaciones más diversas se han dedicado en los últimos años a tratar de interpretar el futuro y podemos encontrar muchos análisis sobre el proceso de cambio, nuevas necesidades y nuevas competencias. Especialmente interesante ha sido el trabajo realizado por el Institute for the Future (IFTF) para el Instituto de Investigación de la Universidad de Phoenix. El IFTF lleva más de 40 años haciendo prospectiva desde Palo Alto, consolidándose como una organización de referencia; su visión se basa en una metodología contrastada, el método Delphi basado en un panel de expertos, asumiendo que las competencias son consecuencia de los cambios (sociales, culturales, tecnológicos,…) en los que estamos inmersos como personas y como sociedad. En el informe “Future Work Skills 2020” (Davies et al., 2011), se identifican seis motores de cambio:

  • La longevidad extrema.
  • El crecimiento de los sistemas y máquinas inteligentes -y la muerte del trabajo tal como lo conocíamos.
  • El “mundo computacional”: todo puede ser programado y todo está en los datos.
  • La ecología de los “nuevos medios”: nuevas formas de comunicación que precisan de nuevas competencias, especialmente visuales.
  • Las organizaciones superestructuradas: las tecnologías sociales permiten nuevas formas de producción y creación de valor.
  • Un mundo conectado globalmente y multipolar.

El IFTF traza, en base a estos motores de cambio, una serie de nuevas competencias, como el pensamiento adaptativo, la transdisciplinariedad o la capacidad para trabajar virtualmente.

Existen numerosas propuestas sobre las competencias o habilidades esenciales en el mundo contemporáneo. A pesar de las diferencias y especificidades, existe un patrón común muy evidente que nos muestra que las competencias clave podrían definirse por dos grandes características. En primer lugar, todas ellas tienen relación con la capacidad de aplicar el conocimiento para el análisis y la resolución de problemas. En segundo lugar, una parte de estas competencias son componentes de una meta-competencia esencial en un mundo lleno de incertidumbres y en constante cambio: aprender a aprender. Hoy en día no es tan importante “lo que sabes” (conocimiento) como tu capacidad de adaptación (aprender rápidamente lo que necesitas para adaptarte a un cambio).

La educación necesita combinar arte y humanidades con ciencia y tecnología

Entrevistado por Michael Barber en julio 2013, Sir Ken Robinson aportó algunos datos, sorprendentes para muchos, para explicar la necesidad de un nuevo paradigma educativo (Robinson, 2013): un estudio sobre la formación de 652 líderes en compañías de ingeniería de Silicon Valley -en el que se esperaría encontrar perfiles de ciencias, ingeniería y matemáticas-, reveló que aunque esto efectivamente se cumplía para el 40% de los líderes, el 60% restante había sido formado en arte y humanidades.

Especialmente interesantes han sido las discusiones y debates, principalmente en Estados Unidos, en torno al alcance de las disciplinas STEM (acrónimo en inglés empleado para designar las disciplinas académicas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). En muchos organismos estadounidenses, como el United States National Research Council o la National Science Foundation, se ha aceptado y consolidado como premisa que la educación STEM contribuye a conseguir una mayor competitividad y por consiguiente, ayudará en el futuro a conseguir una mayor prosperidad económica, siendo un claro índice de la capacidad de un país para mantener un crecimiento sostenido. Frente a esta postura, desde espacios como el Massachusetts Institute of Technology (MIT) se cuestiona que, si bien la innovación está fuertemente relacionada con las disciplinas STEM, el arte y el diseño serán las claves para transformar la economía del siglo XXI, tal y como la ciencia y la tecnología lo han sido en el siglo pasado: necesitamos añadir el arte y el diseño a la ecuación, transformar STEM en STEAM. Para una mayor descripción del movimiento STEAM, liderado por la Rhode Island School of Design (RISD) y ampliamente adoptado por muchas instituciones, es muy recomendable escuchar la conferencia de John Maeda en el MIT «STEM to STEAM: The past and future of the arts, design, and the STEM fields» (Maeda, 2011).

Si queremos formar a personas proactivas, emprendedoras y con capacidad de liderazgo necesitamos que la creatividad, al igual que la ciencia o la tecnología, formen parte de su proceso de aprendizaje. Integrar la formación de carácter científico-técnico con el arte y la cultura constituye uno de los grandes desafíos de la hoja de ruta de la transición hacia nuevos modelos educativos.

Resolver problemas reales como modelo pedagógico de éxito

El Instituto de Diseño Hasso Plattner, integrado en la Universidad de Stanford y más conocido como D.School, es considerado el centro de referencia en pensamiento de diseño (design thinking) e innovación centrada en el usuario. La D.School ha tenido un enorme éxito académico, que le ha llevado a expandir sus programas y la oferta de sus cursos. El artículo “Solucionando problemas para el mundo real, usando el diseño”, publicado por The New York Times (Perlroth, 2013), narra la historia y las razones del éxito del instituto, explicando su metodología a través de diversos ejemplos de proyectos de estudiantes.

Una de las claves de su éxito reside en lo que David Kelley, su fundador, define como desarrollar el “músculo de la empatía”, colocando a las personas en el centro del proceso de diseño. La otra pieza clave es el prototipado continuo, de forma que las soluciones mejoran en un proceso de experimentación continua, a la vez que los estudiantes van escalando la complejidad de los problemas a los que se enfrentan mientras desarrollan su confianza creativa. La experimentación se postula como la mejor vía para un aprendizaje significativo.

Innovación y emprendimiento: ¿por dónde empezar?

Los conceptos de innovación y emprendimiento, presentes en las declaraciones de intenciones de toda propuesta, se han ido paulatinamente vaciando de contenido a medida que ha incrementado su empleo con ilusoria indefinición.

Innovar, en definitiva, no es otra cosa que resolver problemas, de forma diferente. Si indagamos en el significado de emprendimiento, el diccionario de la RAE nos proporciona esta primera definición de Empresa: “1. Acción o tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo”.

La fórmula legal, el ánimo de lucro y otras cuestiones que habitualmente definen a una empresa no son más que instrumentos para lograr los objetivos de esa acción. Si hablamos de promover emprendimiento, se trata de generar capacidades para la acción, para enfrentar dificultades y actuar con decisión y esfuerzo.

Para responder a la pregunta de cómo promover innovación y emprendimiento, una posible aproximación es el acercamiento y exploración de los espacios en los que están efectivamente sucediendo. Un ejemplo paradigmático lo encontramos en el movimiento maker, una de las tendencias que está redefiniendo la relación de la sociedad con la tecnología (Hatch, 2013).

En un artículo de la revista Make, una de las biblias del movimiento maker, Molly Rubenstein identifica los 6 elementos que cualquiera debe conocer antes de iniciar la creación de un makerspace, entendido como un espacio maker colaborativo basado en la comunidad local (Rubenstein, 2014).

Los 6 consejos de How to Make a Makerspace tienen carácter autoexplicativo:

  1. Pide ayuda
  2. Construye lo que la gente quiere
  3. DIY o no DIY (DIY: Do it Yourself)
  4. Imagina lo mejor …
  5. … presupuesto para lo peor
  6. No estás solo

Estas recomendaciones podrían sintetizarse en dos ideas: apoyarse en las comunidades tanto local (para desarrollar un espacio propio y entender sus necesidades) como global (para obtener conocimiento) y crear un equipo que se encargue de cultivar la comunidad y cumplir el plan de negocio que necesita todo espacio.

Una propuesta para el Ecuador

Las ideas que presentamos a continuación tratan de articular un posicionamiento estratégico sobre cómo desarrollar un modelo realmente innovador en el contexto ecuatoriano. Sobre la base de los conceptos ya expuestos, realizamos un ejercicio de aterrizaje, que si bien debemos insistir en su carácter preliminar, consideramos que puede contribuir a arrojar un poco de luz sobre el camino a recorrer en el país.

El papel de la universidad en el Ecuador y los retos a enfrentar

La mayor ventaja comparativa con la que cuenta Ecuador, considerado entre los diecisiete países megadiversos del mundo, radica en sus recursos naturales y biodiversidad, pero ha sufrido un gran impacto de las actividades productivas sobre tales recursos. En este contexto, el Programa de Gobierno 2013-2017 (Plan Nacional del Buen VivirPNBV) ha apostado por la transformación productiva bajo un modelo ecoeficiente con mayor valor económico, social y ambiental. Es necesario reforzar las intervenciones de gestión ambiental en los territorios y consolidar el liderazgo internacional, planteando propuestas innovadoras para enfrentar el cambio global, con énfasis en principios de corresponsabilidad, que posibiliten incrementar la eficiencia y eficacia en la gestión estratégica de los recursos naturales.

Tal y como se explicita en el Capítulo 5 del PNBV «Planificamos el futuro», la posibilidad de alcanzar una estructura productiva basada en el conocimiento tecnológico se asienta en la inversión en investigación, desarrollo e innovación; el proceso gradual de transformación de la matriz productiva implica construir una institucionalidad más articulada, cimentando una evolución creciente de producción industrial y de servicios con valor agregado, a través de la expansión del conocimiento científico y tecnológico basada en la sustentabilidad ambiental. La estrategia de acumulación de riqueza mediante actividades productivas sustentables requiere que la transformación de la matriz productiva se enmarque en un contexto de conservación y gestión sustentable de los ecosistemas del país.

Es importante insistir en que, si bien la denominada Estrategia de Cambio de la Matriz Productiva involucra a todos los sectores del país, la academia está llamada a desempeñar un papel clave. Pasar de una economía exportadora de materias primas a una generadora de valor agregado representa una transformación en la que innovación es absolutamente fundamental y su base reside en el desarrollo académico y estructural de la educación superior. El PNBV señala que “…la investigación que se realiza en las universidades debe transformarse en uno de los principales puntales de la transformación de la economía extractivista y primario exportadora que tiene actualmente el Ecuador”.

Por otra parte, el informe «Economía y Finanzas Populares y Solidarias para el buen vivir en Ecuador», actualizado en marzo 2015 y publicado por la Corporación Nacional de Finanzas Populares y Solidarias Créditos (CONAFIPS, 2015), pone de manifiesto la importancia del Sector de Economía Popular y Solidaria en el país: se estima que el 50% del empleo nacional es generado por microempresas, de las cuales el 46% es propiedad de mujeres, que generan alrededor del 25,7% del PIB. En el ámbito de la producción, se han identificado 3.594 asociaciones y 355 cooperativas como organizaciones de la economía popular y solidaria (mayo 2015). Conforme a los datos proporcionados por el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), en el año 2009 el sector generaba un total 6.499.262 empleos a nivel nacional, representando la economía popular el 64% del total nacional (frente al 29% de la economía empresarial privada y el 7% de la economía pública).

A pesar de su gran relevancia, el sector enfrenta graves obstáculos que impiden su consolidación y crecimiento, entre los que se encuentran el limitado acceso a equipos y maquinaria de trabajo, bajo nivel de escolaridad de sus miembros, bajos niveles de asociatividad, limitado acceso a servicios financieros y la inexperiencia en comercialización, técnicas y estrategias de mercado. La constatación de estos obstáculos refuerza las evidencias arrojadas por el último informe del Global Entrepreneurship Monitor (GEM) Ecuador (Lasio et al., 2015) en relación a la caracterización del emprendimiento en el país: la tasa temprana de emprendimiento en el ámbito ecuatoriano es del 32,6%, índice sobresaliente en el contexto de la región; pero tan sólo el 2% ha logrado mantener su negocio de 6 a 9 años de vida. Las escasas expectativas de crecimiento en los emprendimientos se relacionan directamente con la baja o nula competitividad e innovación.

A la luz de estos datos, resulta evidente que promover una nueva cultura emprendedora constituye una actuación prioritaria, impulsando la emergencia de ecosistemas de innovación y emprendimiento, en los que se produzca una articulación eficaz entre las los actores generadores de conocimiento, política pública y el sector privado, prestando especial atención a las necesidades de fortalecimiento de los actores de la Economía Popular y Solidaria.

Frente a estas necesidades, los autodiagnósticos elaborados por las principales universidades del país señalan como debilidades la falta de articulación entre los proyectos de investigación y vinculación con la comunidad, las limitaciones de la infraestructura existente, las dificultades en la obtención de resultados en lo académico e investigativo -derivadas del modelo de gestión y organización administrativa- o el débil alineamiento de actores.

En definitiva, grandes desafíos y un papel absolutamente determinante: la contribución del sistema universitario resulta indispensable para que las estrategias definidas en la planificación nacional tengan éxito en el mediano y largo plazo. La mirada debe ser global, potenciando simbiosis y funcionamiento en red, pero resulta imprescindible integrar las prioridades de los contextos específicos de los diferentes escenarios en los que se desarrolla la actividad académica. Y en paralelo con la necesidad de comprensión del entorno, se hace necesaria una reflexión sobre las condiciones y capacidades para propiciar la investigación, innovación y emprendimiento.

Dos direcciones y algunos ingredientes para cocinar

Tal y como habíamos introducido al plantear un borrador de hoja de ruta, una estrategia de transformación debería combinar los dos enfoques: de arriba a abajo, para que los líderes tomen conciencia y «abran puertas»; y de abajo a arriba, con despliegue gradual y continuo de experiencias concretas de innovación pedagógica que validen modelos.

En el modelo educativo debe definirse un marco conceptual potente, del que emerjan los principales retos de la institución en cuanto a su proceso de transformación para adaptarse a la evolución de la sociedad ecuatoriana e internacional y por tanto continuar aportando valor en las próximas décadas.

Pero un marco conceptual no asegura por sí mismo que el objetivo último se logre: debe necesariamente ir acompañado por un planteamiento operativo, evitando el riesgo de verse reducido a un discurso aspiracional, que aunque pueda ser apoyado unánimemente, no incluya las palancas para que se produzca un cambio efectivo.

¿Qué significa pensar en un planteamiento más operativo?

Significa definir una estrategia -y hoja de ruta- que establezca claramente un cambio gradual pero efectivo dentro de una institución, que se visibilice en la práctica docente y en la experiencia de aprendizaje de los estudiantes.

¿Cómo abordarlo?

Una estrategia recomendable apunta a procesos de aprendizaje basados en proyectos y en un papel activo del que aprende, convirtiéndose el profesor en un entrenador, facilitador y mentor, más que en una “fuente” de contenidos. Esto permite evolucionar desde un modelo centrado en contenidos, definidos en mallas curriculares, a otro de aprendizaje activo y centrado en proyectos, un cambio que debería ser el eje central de las nuevas experiencias. Y este nuevo modelo permitiría incorporar fácilmente otros ingredientes esenciales de la nueva educación: abierta a la sociedad (incorporando a agentes sociales y abordando los problemas reales de nuestro entorno) y basada en retos (su resolución es el proceso que permite el aprendizaje).

A modo de reflexión final, a continuación exponemos brevemente algunos ingredientes con los que cocinar nuevos modelos:

La metáfora de monocotiledónea

En la Figura 4 observamos una sección transversal de raíz de monocotiledónea. Las monocotiledóneas proveen la mayoría de las comidas básicas del mundo, abundante material para la construcción y un gran número de medicinas. Lo radical alude a ir a la raíz, y solo afrontando los retos de este modo se pueden buscar soluciones realmente transformadoras que aspiren a cambiar la sociedad. Existen muchos modelos de organizaciones, pero muy pocos contribuyen a cambiar el mundo. Un requisito indispensable es tener un propósito y ser capaz de ser sostenible para cumplirlo. Atacar los problemas desde su raíz, definir propósitos que respondan a los retos y desplegar una estructura eficiente capaz de mantenerse en el tiempo y llevarlos a cabo. Construir valor, en un proceso experimental donde debe dominar el aprendizaje rápido y la construcción continua de algo nuevo a partir de la incertidumbre inicial: la cultura de prototipado, en su sentido antropológico, proporciona el marco de actuación más adecuado para dirigir estos procesos.

Creatividad, innovación… y actitud emprendedora

La creatividad no es un método ni un proceso reglado. Es inútil ejercitarla como si fuera una habilidad convencional. La creatividad precisa de radicalidad y es imprescindible trabajar y vivir dentro de un cierto marco mental heterodoxo para permitir que aflore. Quizás en el pasado ser creativo podría ser considerado una patología, pero en un mundo como el actual es cada vez más la única actitud vital adaptada al caos e incertidumbre en que estamos inmersos.

En el libro de conversaciones de Paul Cronin con Werner Herzog, el cineasta alemán expresaba rotundamente (Cronin, 2014): “La autonomía y confianza en sí mismo son esenciales para tener la ingenuidad y arrojo necesarios para intentar lo aparentemente imposible. Asumir el error es una parte imprescindible del proceso”.

Modelo de compromiso y bien común: promover cooperación y articular esfuerzos

Tanto las ciencias sociales como la biología evolutiva llevan mucho tiempo tratando de entender las claves de la cooperación humana. Recientemente un equipo de psicólogos de la Universidad de Yale y de economistas de la Universidad de Harvard han publicado en la revista Current Opinion in Behavioral Sciences el artículo “Promoting cooperation in the field”, en el que exponen una revisión de experimentos de campo sobre cooperación humana (Kraft-Todd et al., 2015). La necesidad de lograr reciprocidad se ha codificado profundamente en nuestro comportamiento de modo que hoy se manifiesta como respuestas intuitivas que no precisamos racionalizar. Y este carácter hace que la cooperación tenga un componente emocional muy relevante. Si queremos promover cooperación debemos actuar sobre el deseo que las personas tenemos que los otros nos tengan en buena consideración.

Los experimentos demuestran que esto puede lograrse por al menos dos vías: la observabilidad o hacer que los comportamientos cooperativos o egoístas sean visibles para los que nos son próximos (por ejemplo, nuestros vecinos o colegas del trabajo); y las normas descriptivas, proporcionando información sobre el comportamiento de las personas que nos son próximas.

Promover cooperación y articular esfuerzos, en un marco de compromiso y bien común, son imprescindibles para aprender a trabajar en equipo en cualquier tipo de condición y fortalecer simultáneamente las capacidades individuales y colectivas.

Cocinar problemas colaborativamente en una atmósfera de cultura experimental

Antonio Lafuente, investigador del Instituto de Historia (CSIC) en el área de estudios de la ciencia, afirma provocativamente (Lafuente, 2014): “La cultura experimental, sin embargo, no cabe en un laboratorio convencional. Lo desborda. Por eso la emergencia de nuevos espacios de sociabilidad menos severos, donde el rigor no espante la vida. De todos esos espacios, ninguno es más antiguo que la cocina”.

La cocina representa una buena metáfora del lugar que necesitamos para abordar problemas: un espacio de sociabilidad, para hacer pruebas, innovar procedimientos, echando mano de lo accesible (tecnologías, ingredientes, conocimientos): no puede existir mejor definición del prototipado continuo en el que basar el desarrollo de proyectos.

En un momento en el que algunas cocinas son ya laboratorios, quizás haya llegado la hora de hacer el movimiento inverso y reclamar para la cultura experimental sus orígenes en la cocina (Lafuente, 2014):

Una deriva que nos invita a cuestionar la figura del líder, la cultura del impacto, la función autorial y el culto a los hechos. Cocinar problemas seguirá siendo una práctica experimental, colaborativa, mediada, finalista y pública, pero además debiera ser hospitalaria, transparente y abierta (en beta), más atenta al paladar de los comensales que al halago de los pares, más conectada con los recursos vecinales que con las metafísicas globales, tan sensible a los saberes profanos como a las recetas expertas y, por fin, comprometida con un lema fácil de recordar: hacer (el) bien”.

Referencias

CIIE (2015). Memorias del 2do Congreso Internacional de Innovación Educativa. Transformando la educación para los retos de futuro. Ciudad de México: Tecnológico de Monterrey, 14-16 de diciembre.

CONAFIPS (2015). Economía y Finanzas Populares y Solidarias para el buen vivir en Ecuador (Segunda edición). Quito, Ecuador: Corporación Nacional de Finanzas Populares y Solidarias.

Cronin, P. (2014) Werner Herzog: A Guide for the Perplexed: Conversations with Paul Cronin. Faber & Faber Film.

Darling-Hammond, L. & Adamson, F. (2013). Developing Assessments of Deeper Learning: The Costs and Benefits of Using Tests that Help Students Learn. Stanford Center for Opportunity Policy in Education.

Davies, A., Fidler, D. & Gorbis, M. (2011). Future Work Skills 2020. Institute for the Future for the University of Phoenix Research Institute.

Davis, J (2013, October 15) A Radical Way of Unleashing a Generation of Geniuses. Wired. Disponible en http://www.wired.com/2013/10/free-thinkers/

Hatch, M. (2013.) The Maker Movement Manifesto: Rules for Innovation in the New World of Crafters, Hackers, and Tinkerers. McGraw-Hill Education.

Kamenetz, A. (2010). DIY U: Edupunks, Edupreneurs and the Coming Transformation of Higher Education. Chelsea Green Publishing

Kraft-Todd, G., Yoeli,E., Bhanot, S. & Rand D. (2015). Promoting cooperation in the field. Current Opinion in Behavioral Sciences 3,pp. 96-101.

Lafuente, A. (2014, 19 de junio). La cocina frente al laboratorio. Yorobuku. Disponible en http://www.yorokobu.es/kitchen-vs-lab/

Lasio, V., Caicedo,G., Ordeñana, X. & Izquierdo, E. (2015). Global Entrepreneurship Monitor Ecuador 2014. Graduate School of Management. Escuela Superior Politécnica del Litoral.

Maeda, J. (2011). STEM to STEAM: The past and future of the arts, design, and the STEM fields. Disponible en http://www.media.mit.edu/events/2011/10/26/john-maeda-stem-steam

Mitra, S. (2001). Introduction to Multimedia Systems (Communications, Networking and Multimedia). Academic Press.

Mitra, S. (2012). Beyond the Hole in the Wall: Discover the Power of Self-Organized Learning. TED Books, ed.

Perlroth, N. (2013, December 29). Solving Problems for Real World, Using Design. The New York Times.

SENPLADES. (2013). Plan Nacional del Buen Vivir 2013-2017. Quito, Ecuador: Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo.

Robinson, K. (2013). Learning Live: – Q&A – Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=QeGQZZrew0A.

Rubenstein, M. (2014, 4 August). How to Make a Makerspace. Make: we are all makers. Disponible en http://makezine.com/2014/08/04/how-to-make-a-makerspace/.

The Economist (2015, Mar 28th). The world is going to university. Special issue. Disponible en http://www.economist.com/printedition/2015-03-28.

3 comentarios

  1. Pingback:Los modelos universitarios tradicionales: Nueva...

  2. Pingback:Los modelos universitarios tradicionales: Nueva...

  3. Pingback:Los modelos universitarios tradicionales: Nueva...

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.