Tiempo, espacio y la angustia de la vida desmaterializada

1. Información y tiempo

Nunca en la historia hemos tenido tanta información a nuestro alcance y tan poco tiempo para entenderla y, sobre todo, para poder disfrutarla.

2. Tiempo y relación

Nuestras relaciones cada vez son más complejas, se desarrollan en el espacio físico y en la red. Nuestro tiempo se modifica, se deforma y se adapta a los tiempos múltiples de los nodos de nuestra red. Quizás sea este el cambio más complicado a la hora de gestionar nuestra vida cotidiana; los días pasan a tener realmente 24 horas en las que todo puede suceder en cualquier momento, pero tenemos al tiempo un ritmo fisiológico al que estamos sujetos. Seguimos siendo esclavos de nuestra propia naturaleza que no es ni mucho menos digital.

3. Tiempo y espacio

Tendemos a posicionarnos, a tener bien sujetos los pies al suelo, para poder dominar el mundo o al menos nuestro contexto más próximo, para poder decidir por nosotros mismos, tener autonomía y tomar nuestras decisiones. Pero muchas veces cuando nos anclamos al suelo todo se mueve a nuestro alrededor y todo se desplaza. De este modo somos nosotros los que en realidad estamos perdiendo nuestro rumbo.

Alternativamente, podríamos pensar en que irremediablemente el flujo nos arrastrará. Si aceptamos esa situación, deberemos aprender a desplazarnos, deberemos aprender a tomar esas pequeñas decisiones, a realizar esos pequeños movimientos que en un momento dado pueden acabar por llevarnos a lugares radicalmente distintos. Tenemos que aceptar que no podemos controlar nuestro espacio vital, pero si quizás podemos manejar los tiempos para decidir hacia donde y por donde podemos caminar.

Posdata. 4. Los libros y la vida desmaterializada (que surgió hace unos meses de una fantástica conversación  con Chiu Longina y Manolo Gago)

Vivimos cada vez con mayor intensidad una vida desmaterializada, más móvil, más volátil, más impredecible. Quizás el libro es el último objeto material, la única posesión física que realmente nos ancla a un espacio físico personal. Todos experimentamos la angustia de esa carga cada vez mayor de libros que atesoramos, pero que al tiempo se convierten en una rémora cuando debemos iniciar nuevos proyectos o aventuras. El libro es quizás el objeto mejor diseñado para la interacción con el hombre; lo ha sido durante mucho tiempo y posiblemente lo seguirá siendo por mucho tiempo. Pero además el libro ha adquirido para nosotros un carácter simbólico, casi religioso, y ese es el que experimentamos ahora como problema. Quizás el punto de no retorno se sitúa cuando alguien decide abandonar ese tesoro para poder vivir por completo la vida desmaterializada.

9 comentarios

  1. La vida desmaterializada ya comenzó con la escritura, en los inicios de la cultura. La materialidad del libro es tan sólo un soporte; pero es que, desde una perspectiva hermenéutica, de un mismo texto habría tantas versiones como lectores «apropiadores» haya. La digitalización de los soportes tan sólo facilita y expansiona la «apropiación» de una manera vertiginosa (la desmaterialización ya se inició, en el decir de Fromm, cuando fuimos expulsados del «paraiso terrenal», y nunca más pudimos regresar).
    Desde Heráclito reconocimos la inestabilidad del ser y experimentamos el vértigo del cambio. Es posible que el viaje de la Razón haya sido tan sólo un intento desesperado por, si no detener al menos retener, instantáneas de lo que sucede. Esto es la paradoja de la ciencia: buscar la certeza de la fugacidad.
    La disyuntiva quizá esté entre sucumbir a la angustia de esas transformaciones que nuestra conciencia no puede controlar -sería una suerte de «alienación digital»-, o bien instrumentalizar e incluso disfrutar de las novedades que siempre de manera parcial o incompleta pueden ponerse al servicio del conocimiento y de la vida propia.
    Se trataría de evitar la vana pretensión prometeica de abarcar y controlar una suerte de fuego digital, y dedicarse a contemplar perplejos y gozosos una evolución que nos incluye, pero que irremediablemente, al menos como individuos (como especie sería otra cuestión), también nos supera.
    Un saludo
    Alejandro

  2. Que cierto es este anclaje a los libros!
    Describes acertadamente mi vivencia personal: actulmente se acumulan centenares en cajas en un trastero de Madrid. Sin embargo algunos pocos me los he traído a París, tanto a la ofi como a casa.
    Digamos que en gran número son un incordio, pero unos cuantos son siempre un buen punto de referencia intelectual y vital.

  3. Sólo quiero comentar una experiencia personal al hilo de este post. Hace cinco años me deshice literalmente de absolutamente toda mi biblioteca, en un intento por dinamitar completamente los elementos materiales que me impedirían adaptarme a los flujos cambiantes del mundo. A día de hoy me veo en la tesitura de tener o no que volver a reservar un espacio en casa para mis libros. He intentado no acumularlos, en ocasiones regalándolos incluso después de leerlos para no volver a caer. ¿Qué ha sucedido pues? ¿Los libros aparecen como los hongos? Quizás sean extensiones de nuestro yo intelectual. Si esto es así ¿qué consecuencias habrá si se generaliza el uso del llamado libro electrónico? ¿Será la penúltima frontera hacia la «desmaterialización»?
    Gracias por las reflexiones, y perdón por la intrascendencia del comentario.

  4. Buenas reflexiones que me incitan a comentar lo que sigue a continuación:
    Intrínseca la necesidad de explicar el porqué de nosotros mismos, se instalaba aterciopelada en cómodos elementos de papel, de fácil y accesible consulta, callados y serviles a nuestros deseos, incluso los más fútiles o vanos.
    La época líquida ya está aquí, el preciado elemento, símbolo de la adaptación a cualquier continente pero, siguiendo con su forma primigenia, nos asevera y advierta sobre la incapacidad que tiene el hombre para asumir su trascendencia y, a la vez su pequeñez.
    No obstante, sigo aferrado a mi biblioteca, en la eterna esperanza de que representa mi cordura y mis límites en el tiempo.
    Un saludo cordial.

  5. Hay un deje romántico en tu post, la tristeza de observar cómo se desvanecen viejas certezas… a mí, lo que me ha enseñado la filosofía posmoderna es que adaptando nuestra subjetividad a esa nueva manera de estar en el mundo, no tenemos que renunciar a nada. A lo material tampoco, sin duda: el hombre del futuro irá encontrando su acomodo entre lo real y lo virtual, una vez superados viejos fetichismos históricos (los libros, la noción de «verdad», la nación de «lo real»). La duda es: ¿la fe en el progreso ha de ser nuestra última ideología? ¿Acaso, siquiera, nuestra apuesta para movernos por el mundo?
    Un saludo

  6. Me ha encantado leer tu blog.Por favor,visitad el mio pinchando sobre mi nombre.Gracias.David.

  7. Entre la vida abstracta del pensamiento y de sus accesos a la información y la vida material de los hechos naturales, puede haber simplemente un solo evento de tal magnitud que te vuelve a situar bruscamente en la realidad.
    Es lo que me ha ocurrido con el cataclismo de Chile y sus consecuencias.
    Tal remezón ha tenido en mi pensamiento la intensidad de los grados que presentó en las mediciones y la amplitud del frente amplio de los tsunamis que asolaron nuestras costas.
    Juan, creeme, la realidad natural intrínseca y palmaria pone las cosas en su lugar tarde o temprano.
    En un evento donde no hay luz, ni celulares, ni agua, ni casa, solo arenales, ruinas, derrumbes, tierra, escombros y lamentos justificados el libro tradicional cobra un valor que no te imaginas, sin perjuicio de que «la cabeza» con que uno anda en estas situaciones de catástroge son de distinta naturaleza. Las meditaciones vienen después, y pueden ser tan externas y poco tangentes como tantos atributos que se le hacen a tantas obras de arte famosas, donde todo lo dicho «no está ahí».
    Esto es algo que saco de enseñanza desde estos 11 días post terremoto en Chile; las cosas que le atribuimos al mundo pueden ser, usando tu metáfora, rémoras que no son parte de las esencias irrenunciables, así, insisto, como lo que pasa con las obras de arte de las que se dicen cosas que no son, definitivamente, parte del «Catastro de Aspectos» verificables desde ellas; qué se yo; teorías freudianas, trascendencias antropológicas donde solo hay solo, nubes, árboles, ostiones, estrellas flores e inocencia.
    Las cosas contienen menos, mucho menos, aspectos esenciales de valor y verificación que las que nuestra imaginación y voluntad les atribuyen.
    A título meramente investigativo, sin segundas intensiones y lisa y llanamente te pregunto: ¿lo que dices de la web, del mundo de la red interconectado, del mundo real de los libros, de las cosas naturales contienen lo que dices?; ¿o lo que le atribuyes se encuentra dentro del mundo de una especulación desatada donde muchos de los dichos son más candidatos a rémoras que a estructuras firmes y esenciales?.
    Y me lo pregunto también; ¿hacemos el inventario de lo que hay y de lo que queremos aprehender, por sobre nuestras desatadas especulaciones acaso asertivas, acaso aventuradas?.
    ¿Qué vemos cuando vemos al mundo?; ¿vemos lo que pensamos atribuirle desde nuestra imaginación o vemos lo poco y nada que forma parte de sus atributos solitarios e inalterables?
    ¿Somos objetivos?; ¿queremos ser objetivos?; ¿o pensamos que la objetividad es una molesta fracción de un mundo que aspiramos a edificar desde nuestro ADN en pos de replicarse?
    Saludos cordiales

  8. En un momento tecnológico que nos lleva como seres humanos a cuestionarnos
    Sobre la influencia de las herramientas de internet en un mundo que cada vez parece ir más rápido, se nos presenta el desafío de entender la dinamica de las producciones de internet que toman la forma de canales de expresión más generales y más democráticos. Se nos propone nuevas reglas de entendernos a nosotros mismos y nuevas formas de organizarnos en sociedad como seres consumidores insertos en una ciudad digital donde las instituciones van cediendo espacio al poder de las redes.
    Buscamos expresarnos mediante la red pero no conocemos el camino, nuestras motivaciones pueden ser diversas: una tribuna particular, una herramienta para ampliar nuestro espacio de influencia, un instrumento de reivindicación, una forma de desterrar nuestros fantasmas etc.
    Lo cierto es que la herramienta estará al servicio de la actitud del hombre, del hombre en particular y de los hombres en general. La sociedad paralela propuesta nos invita a reflejarnos desde nuestra particularidad, no tenemos los filtros sociales que exigían institucionalizarnos para poder expresarnos hoy se expresa quien tiene algo que decir, el medio lo permite y lo Propone. En este sentido surge una nueva tendencia digital que ya no es patrimonio del especialista ni del usuario, sino de la humanidad en general una humanidad que va insertándola en sus costumbres a medida que el niño va creciendo. Esto provoca que todos los que quieran expresarse pueden hacerlo aun que según este autor no todos deberían expresarse. En la red hay cabida para todo: el especialista y el improvisador, el empresario y el emprendedor autónomo, el sensacionalismo y la prudencia, la sensibilidad del ser humano y los depredadores sociales.
    La herramienta llego en un momento en el que la sociedad clamaba por dejar escuchar su palabra y no encontraba los caminos para dicho sentido, parece que la herramienta llego a abrir oportunidades que la sociedad no siempre proponía.
    En este contexto a quienes nos dedicamos a optimizar a la empresa se nos presenta el reto de escoger ciertas herramientas de la red, analizarlas y proponerlas como una forma de insertarlas Al plan general de marketing, sin embargo esta inserción a mi parecer debería ser planificada como el resultado de un trabajo conjunto entre el marketing tradicional y los espacios propuestos por las nuevas tecnologías en el mundo digital.
    Estos espacios abarcan la facilidad de poder sumar en eficiencia a nuestras comunicaciones, a nuestras ofertas y a nuestras promociones, pero ¿Cómo ganamos la confiabilidad desde nuestra identidad virtual?, bien el mundo virtual que es carente de tiempo y de espacio en un principio no invita a poder percibir la confiabilidad de nuestra propuesta ya
    Lo que buscamos en una oferta es encontrar el consentimiento de un cliente que haya conocido nuestra propuesta, la evalué la considere rentable y que además apruebe a su interlocutor como confiable, es decir como el proveedor de un negocio rentable y de una experiencia gratificante, desea saber que el riego invertido será proporcional a la ganancia percibida. Las retroalimentación esperada por los internautas no reflejara resultados inmediatos ya que se nutre del contexto en que ha sido implementada, de la naturaleza del grupo objetivo y de la creatividad del ser humano. Son intercambios que buscan una aprobación desde la identidad virtual construida en una digitalidad que es cotidiana y extendible unilateralmente hacia la maduración de la relación comercial desde su inicio.
    Son aportes propios, circunstanciales que elevan al consumidor y extraen de él la voluntad para iniciar una relación más estrecha mediante la herramienta pero con una voz más humana y con una voz más frecuente. La retroalimentación esperada será la base para el inicio de un proceso paulatino que culmine en la aprobación del consumidor

  9. Respecto a la «Posdata (ítem 4)» y el tema de los libros, la vida desmaterializada y la probable actualización de esa clase de soportes hay una edición de Y SIN EMBARGO magazine que trata justamente sobre ello (el título, de hecho, es «ink or link?»), pueden leerla (gratis) en http://ysinembargo.com/uebi/descargas/yse21/ , descargarla o navegarla.
    Les dejo las premisas en base a las cuales fue confeccionada por si resulta de interés.

    Merodear/auscultar el soporte analógico DESDE el soporte digital, quizá replanteando la situación, no ya como los herederos de un tiempo previo que participamos del cambio sino como si lo digital hubiera sido la norma desde siempre y desde allí cuestionáramos los soportes ‘antiguos’.
    – por qué toleramos (y hasta buscamos y nos regodeamos de) las precariedades y limitaciones del soporte analógico? En especial los libros.
    – para compartir/share algo de un libro, hay que typearlo y subirlo, cuando una vez digitalizado, el proceso está terriblemente optimizado.
    – cuál es la utilidad entonces de ‘el libro’? Es un gesto de privacidad y un refugio? Un solaz?
    Una negación?
    – qué sentido tiene enarbolar la validez (aparentemente de puro fetiche arcaico, retrógrada) de un soporte que no tiene una décima parte del alcance y las posibilidades del soporte digital (a través de la red, desde luego)?
    – qué ficciones se han tejido históricamente, hasta la era digital, en torno a las obras presentadas como un absoluto acabado, definitivo, inalterable, individual, unipersonal y último, a causa de las limitaciones de lo analógico?
    (Su dificil alteración, aliteración, reutilización o reciclaje.
    Esa eterna sensación de cosa terminada, cerrada, definitiva y en definitiva: quieta.)
    – cuánto de ese romance con los libros está sustentado en errores de lectura, en concepciones ingenua y falazmente ‘románticas’ ?
    – lo digital sólo pone en envidencia un tránsito que antes se veía entorpecido por las limitaciones de un soporte precario?
    – no habría que cuestionar seriamente la posición jerárquica del libro?
    – qué sentido tiene la cosa tangible cuando la tecnología la ha vuelto innecesaria?
    – qué revisiones urgentes demanda el diálogo obra-soporte, mensaje-medio?
    – lo digital depura la obra, forzándola, acorralándola, hacia el tránsito y la volatilidad que le corresponde?

    Saludos!

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