¿Es posible la deriva en la época de la geografía digital?

serendepitorSe acaba de publicar el número 6 de Bostezo. Revista de Arte y Pensamiento con un dossier dedicado a Psicogeografía y Derivados, donde aparece un artículo que he preparado con Karla Brunet titulado ¿Es posible la deriva en la época de la geografía digital?. Este es el texto completo del artículo que también está disponible
en la web de la revista.

La geografía ha sido siempre una disciplina conflictiva, parte ciencia y técnica cartográfica, parte instrumento político. En la segunda mitad del siglo XX la geografía como representación de la subjetividad del territorio se relacionó con el mundo del arte y los movimientos alternativos de activismo político. Paradójicamente, el desarrollo y popularización de la tecnología digital han hecho comunes muchas de esas prácticas pero posiblemente con implicaciones políticas radicalmente contrarias.

La psicogeografía propuesta en los años cincuenta por el movimiento situacionista era una forma de explorar la ciudad, de hacer que las personas abandonasen sus caminos predilectos y sintieran el paisaje urbano desde otros puntos de vista. En este sentido, proponía perderse por la ciudad en relación a los otros y también a uno mismo, y de este modo encontrarse con nuevas situaciones, paisajes y vivencias sintiendo diferentes emociones al recrear un recorrido por lugares conocidos. La geografía del espacio urbano creada como forma de expresión artística ha quedado reflejada en diversas obras como, por ejemplo, en el Psychogeographic Map Of Venice (1957), de Ralph Rumney, donde el artista mezcla el collage de fotos, textos que crean una narrativa del lugar, un cuaderno de bitácora de la experiencia de la deriva con una estética similar a la de la fotonovela.

Hoy en día, los proyectos de cartografía artística trabajan de la misma forma que sus precursores del situacionismo pero utilizan herramientas más precisas. Lo que antes se realizaba con un cuaderno de notas y bolígrafo, ahora es realizado con grabadoras digitales, cámaras de fotos y video, dispositivos GPS, móviles o sensores fisiológicos. Los mapas contemporáneos intentan describir la experiencia de la deriva de una forma tan precisa que quizás están perdiendo el propio sentido del la deriva, al convertirse en un proceso cartesiano y controlado.

Diversos proyectos artísticos intentan hoy en día recuperar la noción de experimentar y sentir el lugar con la utilización de los medios digitales tanto para la captura del material subjetivo durante el recorrido como para la presentación de los resultados de estas experiencias, comúnmente mediante mapas online. Estos mapas varían desde representaciones de las subjetividades como los mapas emocionales de Christian Nold, a mapas más políticos y sociales como Map Kibera o más lúdicos como Ecocaching. Aunque presentan enfoques distintos, el objetivo de estos proyectos es similar a la idea de explorar la ciudad de los situacionistas.

En paralelo al surgimiento de estas prácticas artísticas, el desarrollo de las ciudades occidentales y sus necesidades de gestión dan lugar en la segunda mitad del siglo XX a las décadas doradas de la planificación urbanística, como una disciplina jerarquizada en manos de políticos, gestores y técnicos. La participación ciudadana en el diseño y la toma de decisiones es cada vez menor y circunscrita a cuestiones más irrelevantes. Esta época sacraliza la zonificación de usos en las ciudades, el desarrollo de los suburbios y los centros comerciales. Como consecuencia aumentan de forma drástica las necesidades de movilidad. El automóvil, primero en Estados Unidos pero después en Europa, se configura como la solución principal para los desplazamientos y la ciudad se piensa para facilitar la movilidad de los coches y sus conductores. Como resultado, los espacios públicos se convierten en meras rutas de tránsito.

El vaciado de los centros urbanos alcanza su máxima disfuncionalidad en los ochenta y noventa del siglo XX, lo que genera voces críticas que reivindican la participación ciudadana en la gestión urbana, una forma de urbanismo ‘de abajo arriba’. En la década del 2000, la explosión de la tecnología digital se convierte en un apoyo inesperado a la reivindicación de los espacios públicos. Inicialmente, la revisión crítica del espacio urbano a través de la tecnología surge como una forma de experimentación artística con prácticas de locative media con dispositivos móviles y GPS. El arte sale de Internet y de los espacios de exhibición y llega a la calle, al espacio público. Las posibilidades de coordinación que posibilitan los móviles y la mensajería SMS da lugar a los flash lobs, inicialmente a medio camino entre el juego y el arte para convertirse en cierto momento en una forma de protesta política.

En los últimos años, los móviles se han convertido en dispositivos de gran capacidad de cómputo dotados de GPS y mapas digitales que llevan camino de convertirse en herramientas cotidianas en la vida de la gente. En estos momentos, otro viejo tema de la investigación tecnológica y artística, como es la realidad aumentada, se está convirtiendo en una realidad comercial posibilitando la hibridación del espacio físico y digital de forma que es común obtener información digital contextualizada a la localización geográfica del usuario. Por tanto, en estos momentos vivimos en un espacio público ‘aumentado’ en el que las realidades física y digital se combinan. Nuestro uso de las calles ya no puede entenderse sin la influencia de la información digital que consumimos y producimos casi en tiempo real.

En este sentido, la psicogeografía nació como una forma de perderse en el espacio urbano con respecto a uno mismo y/o con respecto a los otros, una exploración de la ciudad desprovista de objetivos a priori. El mapa, en lugar de ser un instrumento de navegación, se convertía en un cuaderno de viaje. La disponibilidad de cartografía digital en dispositivos móviles hace hoy en día casi imposible la práctica de ‘perderse en la ciudad’, pero puede permitir nuevas formas de coordinación colectiva en tiempo real, procesos de autonomía en cierto modo similares a los generados por la deriva clásica.

Como contraposición a este ‘no perderse’, proporcionado por las tecnologías de geolocalización que nos acompañan en el día a día, surgen proyectos artísticos que con una gran carga de ironía pretenden que, de algún modo, nos sigamos perdiendo. Es el caso de la aplicación Serendipitor creada por Mark Shepard, en la que el usuario elige los puntos de inicio y destino y deja que la aplicación le proporcione rutas más o menos complejas para el recorrido. Es diferente a la deriva situacionista, dado que ahora seguimos una ruta por GPS para perdernos, podremos tomar fotos del camino y las publicamos en tiempo real en Internet compartiéndolas en nuestras redes sociales. O sea, nuestro perderse contemporáneo también se hizo cartesiano. ¿Podemos considerarlo una nueva ciberpsicogeografía o ya se alejó tanto de las ideas situacionistas que será mejor buscar otras nomenclaturas?

Referencias

BRUNO, G. Atlas of emotion : journeys in art, architecture, and film. New York: Verso, 2002.

DEBORD, G. Introduction to a Critique of Urban Geography. v. 2008: Les Lèvres Nues #6, Nothingness.org, 1955.

DEBORD, G. Theory of the Dérive. v. 2008: Bureau of Public Secrets, 1958.

GOLDSMITH, S. & ELIZABETH, L. (eds.). What We See: Advancing the Observations of Jane Jacobs. Oakland, California: New Village Press, 2010.

PUTNAM, R.D. Bowling Alone: The Collapse and Revival of American Community. New York: Simon & Schuster, 2000

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