El pasado mes de junio visité Bilbao invitado a participar en las jornadas OcioGune, organizadas por la Universidad de Deusto en donde hablé sobre espacios públicos e innovación social. Aprovechando la visita, Laura Fernández Murciano me hizo una entrevista para Euskadi+innova, donde pudimos hablar de estos temas y su relación con el pensamiento de diseño.

Euskadi+innova – “La ciudad debe tener espacios para la experimentación ciudadana”

En tu charla sobre Transformación del espacio público, hablabas del urbanismo emergente, o peer to peer, ¿en qué consiste?

Habitualmente entendemos el urbanismo como un proceso de arriba abajo, planificado por urbanistas o gestores que diseñan por completo la ciudad. En contraposición, o complementariamente a esto, hay una forma de construir la ciudad que es emergente en el sentido en que nace de abajo hacia arriba, a partir de la propia actividad de la gente, que actúa de forma colectiva formando redes, y que es capaz de desarrollar proyectos y cambiar la ciudad, no en cuanto a su arquitectura, sino en sus usos y su funcionamiento. A veces también se utiliza el término del p2p por analogía con las redes que se desarrollan en internet. Yo creo que lo más interesante es que estos procesos no son contrapuestos, es decir, que no es una cosa o la otra, sino dos conceptos que se pueden dar a la vez, y el arte de gobernar una ciudad está en provocar que sucedan estas dos cosas, y que sucedan bien.

¿Cómo podemos provocar esta implicación ciudadana?

Yo creo que un elemento básico es tener espacios públicos en el sentido más amplio, es decir, espacios donde la gente pueda acceder a información, pueda debatir, conversar y tomar decisiones. Los espacios públicos en la ciudad son los que ya conocemos, no sólo los jardines o los museos, sino todos los espacios donde hay interacción entre la gente, que pueden ser muy variados, desde una calle hasta un bar, una sala de exposiciones o un colegio. Pero también hay un espacio público que es digital, internet, donde se produce exactamente ese mismo proceso.

Lo que estamos aprendiendo ahora es que ese espacio digital que parecía que era útil para trabajar a distancia, ahora resulta que se utiliza muy intensamente a nivel local. Desde el ocio, en el caso de los adolescentes es clarísimo como viven en digital y a la vez en local, hasta grupos de ciudadanos que se organizan en plataformas dentro de internet para luego desarrollar actuaciones físicas, sobre el territorio.

Pero al final la gente que se implica en estos procesos es muy poca, y existe una idea generalizada de que en la práctica, esta forma de planificación basada en la participación ciudadana puede resultar caótica y poco efectiva.

Sí, pero yo creo que eso viene de dos razones. Dentro de la historia reciente, hemos vivido mucho tiempo pensando que la ciudad es la planificación y la arquitectura, un concepto de ciudad como algo físico, alejado del ciudadano. Hemos acabado por creérnoslo porque es lo que nos han ido diciendo, pero en realidad nunca ha sido así. La ciudad siempre ha sido un proceso vital, siempre ha sido la resulta de la vida de sus ciudadanos, pero es algo que se ha valorado poco.

«En los procesos de participación, la administración no utiliza los lenguajes ni las herramientas adecuadas.»

Eso ha provocado un desánimo, nos ha llevado a pensar que la participación no es posible, porque cuando hemos asistido a procesos, digamos reglados, de la administración, casi siempre han resultado iniciativas en las cuales la propia administración no creía, tenía la respuesta a priori y no utilizaba las herramientas ni los lenguajes adecuados. Este es un problema importante, las administraciones no se comunican bien con los ciudadanos, no saben narrar las historias que tienen que contar.

Y después hay un cambio necesario, que yo creo que va más allá de las ciudades. Hemos entendido siempre que algo tan complicado como una ciudad sólo se puede gobernar de forma jerárquica y controlada. Ahora estamos descubriendo, no por el entorno urbano, sino por lo que pasa en el mundo de las empresas y en el de internet, que estos sistemas tan complejos no se pueden gobernar así porque es imposible planificar y predecir su comportamiento. Precisamente en estos entornos complejos hay que aplicar otras formas de gobernanza mucho más horizontales y basadas en procesos emergentes. Es una preconcepción que está equivocada, lo complejo no se puede gobernar desde la planificación.

Dices que la innovación social surge en los espacios públicos que están poco reglados.

La ciudad se ha caracterizado siempre por la combinación entre espacios reglados y no reglados. Los espacios públicos son eso, una calle es un sitio donde hay ciertas normas escritas, pero muchas más que no están recogidas en papel, que se negocian constantemente entre la gente, sino seríamos autómatas.

Los espacios con reglamentación débil, que se gobiernan de forma autónoma, son los que periten que suceda la innovación, es donde tienes capacidad de hacer cosas distintas, donde la ciudadanía puede tener una idea y desarrollarla. Si todo está estrictamente planificado esa innovación no puede suceder. Por tanto, que se pierda espacio público con estas características es preocupante porque es lo que mata la innovación social y, en el fondo, la vida de la ciudad.

El concepto del pensamiento de diseño, ¿puede aplicarse a procesos dentro de la ciudad?

El pensamiento de diseño es un término que se está popularizando, primero surgió en EEUU y ahora está llegando a Europa. En realidad significa algo que tiene grandes dosis de sentido común pero que no se aplica, y que puede utilizarse tanto en el gobierno de las ciudades como dentro de la educación, en el diseño de servicios y de objetos. No es más que utilizar la forma en que trabajan los diseñadores, quienes aplican una aproximación a los problemas basada en situar al usuario en el centro, en pensar desde su punto de vista. En la ciudad, consistiría en enfocar el problema desde el ciudadano, no desde la ciudad como un ente abstracto, ni desde el político o desde la arquitectura.

Se trata de introducir al usuario en el diseño de la solución, que sea un proceso participativo donde el usuario es diseñador, y también, que sea un proceso de experimentación continua, porque la solución perfecta no existe y vas llegando a ella casi por ensayo error, por prototipos, no en el sentido de un objeto que no se utiliza, sino el prototipo de algo que es real y funciona, del que aprendes y que vas modificando. Esa es una idea que yo creo que es muy potente, en contraposición a la de la planificación o al diseñador que crea algo sin consultar con nadie, que cree que tiene una idea genial y diseña una solución completa para luego ponerla en el mercado.

«En la ciudad no puede estar todo planificado, porque entonces se mata la innovación.»

El pensamiento de diseño me parece también muy potente a nivel de educación porque es el método de aprender haciendo, que es una metodología, y también el del aprendizaje basado en problemas, que es algo parecido. Son métodos que hasta ahora eran marginales, los usaba poca gente. Pero ahora, como el conocimiento ya es tan accesible, el problema ya no es acceder a él sino usarlo, entonces lo importante es enseñar a los alumnos a usar este conocimiento, y la mejor vía para ello es con este modelo de aprender haciendo.

Ahora participas en el proyecto Espacio-Red, donde aplicáis esta forma de trabajar del pensamiento de diseño dentro de la educación.

Sí, se trata de una iniciativa de la Universidad Internacional de Andalucía que consiste en un grupo de trabajo donde hay gente de la propia universidad y gente de fuera, y nos encargan dos cosas: que pensemos cómo la cultura digital afecta a la sociedad y por tanto también a la universidad, y que lo hagamos de forma activa, no con una reflexión teórica sino trabajando con especialistas y con usuarios, haciendo talleres y eventos de todo tipo.

Con los estudiantes trabajamos en esa línea, no les hacemos explicaciones teóricas sino que ellos identifican un proyecto que les interesa que tenga un componente digital y lo ponen en marcha. De esta forma van aprendiendo las herramientas digitales, pero también la cultura en la cual se están metiendo, los códigos, el lenguaje,… Todo esto lo van aprendiendo trabajando sobre su propio proyecto, que es lo que nos parece más interesante.

3 comentarios

  1. Iago Mosqueira

    He seguido siempre con interés tus reflexiones y ejemplos de la creatividad aplicada a los espacios urbanos menos regulados. Pero ultimamente vengo sufriendo los problemas de ciertos espacios poco regulados, lo que permite que se imponga la ley del más fuerte. Desde el uso del espacio peatonal como aparcamiento (a muchos conductores les parece normal ocupar «solo un momento» la cera con su coche, pero no creo que vieran con buenos ojos si los peatones ocuparamos durante ese mismo tiempo la calzada), hasta los pequeños y no tan pequeños espacios sin uso definido (fincas urbanas sin uso, esquinas mal definidas, espacios en proceso de urbanización) que son acaparados por los automoviles como lugar de aparcamiento, o como almacén de material de obra, etc.
    Parece que es facil que se dé cierta tragedia de los comunes en esos espacios poco regulados, ¿signo quizás de ciertas debilidades de la sociedad civil?

  2. A raíz de lo anterior: dado que el «trauma de los comunes» es asunto recurrente en discusiones tocantes a la des-e-regulación parece que existe un debate no resuelto. ¿Abrir canales no-regulados implica la total desregularización? ¿Qué es lo positivo del concepto P2P, su no/escasa regulación o su capacidad para introducir espacios no regulados en ambientes/aspectos donde eso no era posible? Por ejemplo, al vertir yo aquí mis opiniones no es viable modificar en absoluto el texto del post, luego hay una regulación: soló el blogger, Juan en este caso, tiene ese privilegio; pero, sin embargo, hay un espacio totalmentee desregulado donde la creatividad de otros, la mía incluida, tiene cabida sin ningún tipo de regulación (generalmente) y está tan abierta a la creatividad ajena que probablemente hasta lo irrazonable, lo absurdo e incluso lo estúpido -si no cae en el insulto- es admitido.
    ¿No estaría el debate en des-e-regularización sí o no, sino del como y el hasta dónde?. LA sociedad civil tiene sus taras y la sociedad dirigente también, esperemos aunar lo mejor de cada, porque a la vista de las taras de ambas bandas, miedo da pensar en juntar sólo lo malo

  3. Totalmente de acuerdo Ignacio. Solemos tener debates maniqueos y que no piensan en que en algún momento se puedan traducir a decisiones concretas y operativas. Nos colocamos en los extremos (nos preguntamos si si o no) cuando las soluciones suelen estar en algún punto intermedio (¿cómo?). Lo que pasa es que cuando la realidad se sitúa en uno de los extremos, nos solemos colocar en el otro para resaltar la necesidad de cambio. Lo que comenta Iago, y que yo también he experimentado, es el mejor ejemplo: la aparente «desregulación» debe contar con reglas de juego. Estas se pueden definir de muchos modos; podrían definirlas los propios usuarios si tienen la capacidad de acción colectiva y comparten una serie de valores. Y esta es una cuestión en gran medida educativa.

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