Cuando los discursos se «materializan»

Cuando los políticos y gestores prometían infraestructuras y bienestar basado en el consumo todo iba relativamente bien. Al fin y al cabo esto era, si tenían éxito en su gestión, lo que lograban. Otra cuestión es que estos éxitos se tradujesen en desarrollo. Pero ahora el abismo entre el discurso oficial y las ideas que hay detrás y, aún más, con la práctica de las políticas públicas es cada vez más insoportable. Se escuchan constantemente discursos sobre innovación, creatividad, sostenibilidad …, incluso discursos coherentes y bien argumentados. Al fin y al cabo, el «buen político», como buena máquina de adaptación corto-placista al medio, sabe incorporar una narrativa de lo políticamente correcto. Pero cuando se profundiza un poco en los planteamientos que soportan los discursos se descubre, en la mayor parte de casos, un vacío casi absoluto.

Pero, ¿cuánto tiempo puede seguir agrandándose esta brecha sin que afecte a la ciudadanía cada vez más escéptica hacia la política y los políticos? Quizás la respuesta la empecemos a descubrir cuando el resultado de los discursos se materialice (en el peor sentido del término) en nuevos edificios y en las mismas infraestructuras que ya habíamos desarrollado, hasta el exceso más absurdo, en el siglo 20. Y en esos proyectos se agotará la capacidad y recursos que supuestamente se dedicarían a innovación o sostenibilidad. Nada habrá cambiado en las instituciones, los modelos organizativos, la educación …, en lo intangible que podría realmente provocar la transformación.

8 comentarios

  1. Tranquilidad, Juan. La carrera es de fondo. Como el otro día leí a Javier Vizcaíno: «Creo que es mejor no bajarse del mundo. Hay que quedarse a molestar.» 😉

  2. ¿Tranquilidad hasta cuándo, Julen?
    Ya no es solamente hartazgo, sino la de recursos y recursos quemados a lo largo de los años. Y lo que es peor, la de recursos y recursos futuros comprometidos en ese dilapidar.

  3. En este país hay ciudadanos. Pero «ciudadanía», como grupo de interés capaz de expresarse y actuar… no existe. Es un animal mitológico. Nada le puede afectar.

  4. Antonio Miranda

    (en mi opinión, basada en mi experiencia en el mundo del i+d+i)
    En España hay un problema fundamental con la investigación y la innovación: la ciudadanía tiene muy poca idea de lo que es innovación, de lo que es investigación, la trascendencia social y económica de la misma, de los medios necesarios para obtenerla, de los riesgos, los tiempos en que se obtienen resultados, su vinculación al medio y al largo plazo. Y lo que es peor: es común en sus élites que tampoco tengan mucha idea.

    Eso implica que «todo cuela», poca gente detecta la falsedad, el abismo entre discurso y realidad, el apego de unos cuantos a su forma de hacer y dirigir sus instituciones, sus empresas, sus industrias. Si poca gente lo detecta y menos lo entienden es imposible que emerja el diálogo. Son conversaciones que nacen casi muertas, que no trascienden.
    ¿Cómo educar a la ciudadanía? ¿Y a nuestras élites? ¿Cuales son las ideas fundamentales que todo español debe tener introyectado sobre invetigación e innovación? ¿Cuáles las de nuestras élites? ¿Cómo promover, gestionar y conseguir el cambio?

  5. Con gente como vosotros y otros que os secundamos por lo menos además de concienciar a otros lo estamos intentando y Juan Freire es un ejemplo

  6. Pero no creo que se pueda seguir mucho tiempo mirando hacia otro lado, aunque solo sea por razones económicas, que todo esto caiga por su propio peso, que sea verdaderamente insostenible, como se dice ahora. Nuestros gobernantes no están preparados, pero el conjunto tampoco. El otro día, al ver a Zapatero presumir de hablar español en el acto religioso en USA, me preguntaba cómo es posible que ninguno de los presidentes españoles que han manejado el país desde que existe hable inglés.

  7. ¡Ay, educar a las elites! Creo que las de hoy día, las «oficiales», tienen menos sentido común (perdón, menos sentido de lo común) que lo mínimamente exigible. Pero, claro, tampoco el común tiene sentido de lo suyo. La ingeniería social, de la que hablaba con tanto entusiasmo Karl Popper, se dirige -«oficial» de quien contrata sus servicios- a hacer que el común acepte (aceptemos) como única solución racional lo que los pope(r)s de Davos y demás señalan. Y van teniendo éxito. Y así nos va. Pero en ese «nos va» van también ellos, los «racionalistas» ingenieros sociales.

  8. biiiiiiiiien realiza discursos hacia los politicos para decirles sus verdades

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